Cuando la economía de una familia está bajo mínimos, se impone el tomar unas acciones drásticas para que todos los componentes del núcleo familiar, una frase que aunque manida queda muy aparente, puedan sobrevivir, y se intenta que todos se ajusten el cinturón, aunque no lo lleven.
Si justo tienes para terminar el mes, no vas a regalar comida o enseres a otros, aunque también lo estén pasando mal. En todo caso practicarás aquello de donde comen dos comen tres.
Ésta introducción viene porque ya todos sabemos, aunque no leas el periódico ya te habrás dado cuenta en carne propia de que la cosa no está como para dejar un kilo de filetes olvidado en la parada del autobús, pues puede desaparecer hasta la misma parada. Y que tras recordarnos de que la culpa siempre es nuestra, cosa que no entiendo porque de cara al exterior nunca he tenido que tomar una determinación trascendental para el resto de los mortales, se están tomando todo tipo de “soluciones”, de modo que nuestra vida sea una auténtica aventura.
En nuestras relaciones con los demás países, en cambio, seguimos como siempre, explicando por qué Don Quijote nació en España y no en ningún otro sitio.
Somos una auténtica delicia de buenas maneras y comportamiento ejemplar, y antes de que nuestros vecinos nos pidan perejil, nosotros ya les damos el ramo entero. Y si nos enteramos de que en otro país por muy alejado que esté, alguien tiene catarro, ayudamos también.
Que no se me entienda mal, soy de la opinión de que siempre hay que intentar ayudar al prójimo, pero también hay prójimo en éste mismo país y que lo está pasando realmente mal, y a nosotros a la fuerza nos tiene que afectar más.
Allí donde hay una tragedia, cubierta por los medios de comunicación, siempre llegamos de los primeros. Pero hay muchos tipos de tragedia, y la peor es la habitual, aquella que a fuerza de verla, ya prácticamente ni nos afecta.
Al final nos pasará lo que le ocurrió a un amigo mío. Estaba haciendo unos trámites burocráticos, y faltaba un cuarto de hora para que se cerrara la taquilla de turno. Delante de él estaban otras cinco personas, y la funcionaria en cuestión no paraba de contestar al teléfono con la consiguiente paralización de la cola.
No le iba a dar tiempo a ser atendido.
En ese momento, tuvo una brillante idea... Llamó por teléfono a esa misma funcionaria, y en tres minutos tenía el asunto resuelto.
*FOTO: DE LA RED