MIAMI 2030
A.G. se está peinando delante de su espejo-última-adquisición. Ha pagado una pasta por él, pero era lo que siempre había deseado, un espejo con el photoshop incorporado; todavía no se comercializa, pero a través de un amigo de alguien lo ha conseguido.
Tras una ventana, un día más, en su caso un día menos, el típico día caribeño mece las palmeras que se mueven a ritmo de salsa, mientras en la lejanía a penas se adivina las notas de un son cubano.
A.G. lleva ya más de treinta años en esas tierras, y vive bien, no se puede quejar, aunque está en constante contacto con su familia en España, y con periodistas españoles, que tras tantos años, en parte son su familia también.
Sentada frente al espejo se sigue peinando mientras observa las fotos que a modo de pequeña capilla tiene colocadas en la base del cristal que miente.
Durante su larga vida la ha distorsionado tanto, que esas imágenes le sirven como anclaje a la realidad, porque ha llegado un momento en que a duras penas distingue su vida real, de la de Antoñita, una especie de alter-ego para la galería.
Ha habido gente que ha puesto en duda sus dotes de guionista. Estaban equivocados, prueba de ello es que su propia vida es un guión escrito y dirigido por ella.
Se ha pasado más tiempo comentando los futuros proyectos que llevándolos a cabo, pero al mirarse a los ojos, para ella de color de miel, se siente feliz, aunque lleve unos cinco años sin que inaugure el verano español con uno de sus célebres posados, guardando tripita, y con una sonrisa tan inocente como su cuenta bancaria.
Algunas veces tiene problemas serios para distinguir su vida real, como aquella vez, que dejó entrever que su hijo podía tener algún nexo de unión con un novio deportista que tuvo, fallecido prematuramente unos pocos años antes de que su hijo naciera. No todo podía cuadrar, pero para improvisar la historia durante la grabación de un programa de una medium, no está mal.
A.G. siempre ha creído que lo importante es que hablen de ella, aunque sea bien. Eso no da dinero pero gana tiempo para escribir otra hoja de su guión. Está convencida de que a su fallecimiento, dentro de muchísimos años mire usted, la gente, su público, en vez de rezar y llorar, lo que tiene que hacer es ponerse en pie y aplaudir, pues es entonces cuando verdaderamente habrá terminado su oficio de guionista, y la mejor de sus representaciones: su propia vida.
* FOTO: DE LA RED