martes, 4 de febrero de 2014

DE TOMATE, TOMATINA

Esta mañana al levantarme y mirar por la ventana, he tenido que hacerlo dos veces para cerciorarme de  que era verdad lo que veía. No es que no llueva, sino que además hace buen tiempo. Pero como toda dicha, tiene su caducidad, y por lo que dicen, no va a durar ni veinticuatro horas. Una especie de coitus interruptus en versión meteorológica.               
De todas maneras este vecino está ya un poco harto de noticias negativas y corrupción por todos lados, y está pensando en irse a una isla desierta, una especie de Robinson Crusoe pero voluntariamente. 
Por cierto, esta noche he soñado que regentaba un puesto de tomates al final de la cuesta donde la Infanta Cristina tendría que hacer el paseíllo este sábado concretamente, y ya había encargado gran cantidad de stock para ese día, que sin duda sería muy bien requerido a buen precio por los allí apostados. Pero, mala suerte, me he despertado y me he quedado sin negocio y sin tomatina.
El problema es que uno no tiene la cuenta bancaria, de hecho solo le queda la cuenta bancaria en sí, para muchas fiestas, o dicho de otra manera, para grandes viajes, y está pensando en aislarse de todo y de todos durante una buena temporada, pero aquí mismo. Como el personaje de Fernando Fernán Gómez en “El anacoreta”, que hastiado de todo y de todos se encierra en su cuarto de baño.        
La verdad es que esta idea me encanta, porque una vez recluido, cada vez que tenga algún recuerdo o pensamiento que no me guste, una especie de “mono” o vuelta a la “mono-tonía”, exorcizaría los malos pensamientos tirando de la bomba, en una necesaria fumata negra pero con agua, especialmente negra dicho sea de paso, exculpando mis penas. 
Tarde o temprano nuestros cuerpos pagarán por los malos hábitos que estamos teniendo, como sufridores de la época que nos está tocando vivir, y a la que no estábamos acostumbrados. Éramos una especie de chimpancés acomodados en nuestro árbol repleto de plátanos, y ahora nos tenemos que transformar en peces y nadar a donde la marea nos lleve. Y nuestro cuerpo, no da para más.        

*FOTO: DE LA RED                                                                                                            

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