jueves, 6 de marzo de 2014

HOMBRE REFRANERO...

Puede que este vecino esté confundido, pero al olfato le da que en las nuevas generaciones se va perdiendo eso tan nuestro como es el refrán. Un compendio de experiencias ya vividas por el pueblo, encerradas en una frase, que al recapacitar sobre ella te puede servir de guía sobre alguna experiencia parecida, muchos refranes se van aprendiendo en las diferentes fases de la vida, por lo que nunca es tarde para ello.
El refrán es a la palabra lo que la fotografía a la imagen, porque un buen refrán siempre te ahorra mil consejos, y además indica que ya antes a alguien le había pasado lo mismo, y estaba en la misma situación. Aunque también se diga eso de “Hombre refranero, maricón y pilonero”, lo cual indica que también hay mucha envidia, por lo que es mejor quedarse con la versión modosita que es “Hombre refranero, medido y certero”.
En realidad el refrán es como el “starlux”, que al mezclarlo con la vida diaria coge su verdadero sabor.
Siempre se puede dar consejos a alguien, pero la otra persona puede poner en duda o tu bondad o tu juicio, en una palabra, tu imparcialidad, sin embargo si aparte del consejo, lo apoyas con un refrán que refrende lo dicho, parece que lo expuesto coge mayor fuerza. Por ejemplo, en el caso de que te dijeran lo ya mencionado de …maricón y pilonero, siempre puedes responder eso de “Consejo es de sabios perdonar injurias y olvidar agravios” o el muy conocido de “No ofende quien quiere, sino quien puede”.
Al hablar de refranes, inmediatamente nos puede venir a la mente la figura de Sancho Panza, que como representante del pueblo, era una auténtica enciclopedia andante del refranero español, un gran hallazgo de Cervantes, y quizás, figuras públicas como los políticos no son muy amigos de hablar de refranes en sus comparecencias, porque ellos siempre quieren dar imagen de lo último, de lo que se lleva ahora mismo, y el refrán tiene aroma del pasado. Pero eso sí, en tiempos de campaña electoral, y de visitar mercados,  para que les vean mezclarse con los votantes, lo mismo que algunos se ponen su ropa de pana, que ya solo tienen en su armario para esos momentos, también cambian su léxico y se hacen menos remilgados. Y si para ganar un voto hay que hablar como el pueblo, pues se hace.
Y es que, al final, más sabe el diablo por viejo que por diablo, y tampoco debe de haber mucha diferencia entre la política y el infierno.

*FOTO: DE LA RED

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