viernes, 28 de marzo de 2014

ESTOY EN CRISIS

Nunca conviene hacer astillas del árbol caído, porque entre otras cosas son fuerzas que malgastas de manera gratuita, y no está el momento actual como para “gastar” nada.
Quizás utilizando el viejo dicho “el que no se consuela es porque no quiere”, lo bueno que tiene el atravesar un momento malo, por terrible que sea, es que siempre se aprende, y lo mismo ocurre con la crisis.
No quería apuntarme en la Universidad de la Vida y doctorarme en Crisis, pero las cosas han ido así, y haciendo de tripas corazón, y de la cochina crisis una experiencia, hay varias cosas que he aprendido, que en mayor o menor medida ya se desprendían de las vivencias de nuestros mayores cuando inauguraban monólogos “porque tú no has pasado hambre después de la guerra”.
Hay que vigilar el dinero cuando se tiene, como bien perecedero, porque luego te acuerdas de él con cara de amante despechado y cornudo sin remisión.
Cualquier tiempo pasado, con dinero, siempre fue mejor.
El valor de las cosas sencillas.
El dinero, precisamente, con su supuesto pasaporte de libertades compradas,  te puede separar de los tuyos, y hacerte más egoísta.
El valor de la quietud, de vivir los días, y no los minutos. El escribir en los renglones de tu vida con miedo a hacer borrones, porque el borrar significa más gasto.
Volver a recordar ciertas vivencias es vivir otra vez, y además, ahora, te salen gratis.
Llevar una vida sana y saludable, siempre es más barato y rentable, porque con lo que te gastas en una noche de juerga, te puedes pagar cuatro meses de gimnasio municipal.
Una crisis es igual que pasar una enfermedad, si tienes la suerte de salir de ella, te vas a plantear la vida de otra manera.
Y ya para terminar, el comprobar que el éxito te crea nuevas amistades, y el frío de la crisis las congela.

*FOTO: DE LA RED

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