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martes, 9 de febrero de 2021

GATOS DISFRAZADOS...

 

El asunto tiene hasta su gracia. Una de las cosas que más echo de menos durante esta pandemia, es el poder salir a la calle de madrugada. La gracia viene porque en la normalidad que se suponía iba a durar toda la eternidad, no lo hacía nunca. No soy un gato disfrazado de “vecino común”, pero ya se sabe, basta que no lo puedas hacer ahora…

Lo mismo deben de pensar todos esos, y esas, claro, que un día si y el otro también, aparecen en la madrugada de un informativo, detenidos en cualquier recinto disfrazado de “garito de tres al cuarto” pagando una pasta, además, por intentar jugársela a la autoridad competente.

Cada vez que ésto ocurre, que detienen a usos cuantos desaforados y “malvecinos” por llenar cualquier “armario destartalado”, pagando además, con premeditación  y alevosía, no puedo evitar pensar en esos chistes, que siempre me han parecido tan estrambóticos, de “Estaban cien mil chinos en una cabina telefónica, y al recibir otro gol, el portero de uno de los equipos se queja amargamente diciendo: -Claro, es que me dejáis solo.

En el día a día a estos individuos no sé si les ha dejado solos la cordura, pero sí, están llenos de un egoísmo exacerbado. Fríamente, les trae al pairo hasta la posibilidad de poder contagiar a sus más íntimos. Porque se supone, que en el mejor de los casos, todavía les quedará de eso: “familia”.

Y es que hay cosas que no las puede arreglar nunca ningún “lo siento”, aunque después se vista de lacrimógeno, trágico o de mil excusas cada cual más descabellada que la anterior.

Todo acto tiene su repercusión, y tras cualquier decisión sólo se abre un camino de ida, nunca de vuelta. Y por supuesto, en ningún caso la juventud debe de ser sinónimo de estulticia, sino de esperanza.

*FOTO: DE LA RED

martes, 12 de enero de 2021

EGOÍSMO SOBRE PAISAJE EN BLANCO

 Últimamente los españoles nos estamos especializando en coger un tema y no parar hasta agotarlo, al tema y a nosotros con él. De hecho en estos doce días que ya han pasado del año nuevo, todavía prácticamente un bebé, no paramos del blablablá.

Ahora estamos con la gran nevada para arriba y para abajo. Si se pudiera haber hecho más o menos, o incluso haber empaquetado al blanco elemento según caía y venderlo con un lacito rosa.

Quizás el gran desacierto ocurrió el mismo viernes, al dejar que la  gente trabajara por la tarde, y consecuentemente luego se les hiciera tarde para regresar a sus casas, quedando muchos de ellos tirados en las diversas carreteras de circunvalación, y con grave peligro para sus vidas.

Pero con este tema como con la mayoría siempre fallamos en lo mismo: ¿Quién le pone el cascabel al gato? ¿Quién toma la decisión y con ella la responsabilidad?

A nosotros, a todos, se nos da muy bien el hablar como si fuéramos en un ascensor, a ser posible que no sea el del Empire State Building, por aquello de que probablemente intentando llenar el silencio de ese momento, acabaríamos con todos nuestros argumentos, como armas de fogueo, antes de llegar al final.

Siempre se ha dicho eso de que cada español es un entrenador de futbol que sabe, por supuesto, mucho más que el “oficial”. Pues ahora todos somos, ya nacemos incluso con el carnet, de tertulianos. Sabemos de todo, y dominamos todos los temas. Y así se ha demostrado con nuestro comportamiento, haciendo lo que nos sale del mismísimo, bajo la excusa de que no nieva todos los días.

Lo mismo ocurre con nuestros políticos, que mas bien están actuando las veinticuatro horas como tertulianos, esparciendo la propaganda oficial de cada momento.

Muchas veces da la impresión de que antes de salir de sus casas por la mañana, reciben unos cuantos folios por el correspondiente correo electrónico, y así luego van coincidiendo en frases enteras como si fuera el estribillo de la canción que ese día toca en cada partido.

Ya para acabar, decir que lo mejor que he oído estos días sobre la gran nevada, y el comportamiento de la gente desoyendo los “consejos” de sus políticos, se refería concretamente a los madrileños, pero es extrapolable al resto de los españoles:

Si un día en lugar de una gran nevada, hay un tsunami, pese a las advertencias, la gente saldrá a nadar”.

Lo suscribo.

*FOTO:  DE LA RED

 

viernes, 12 de agosto de 2016

¿ERES PERSEO?




Tal noche como la de hoy, entre el once y el doce de agosto, tengo una cita con el cielo, que siempre espero que esté estrellado. Es una de las mejores noches, se supone, para ver ese espectáculo que es Las Perseidas, también conocidas como “Lágrimas de San Lorenzo”.


Entre nosotros, nunca las veo, pero siempre me sirve para ponerme, u oponerme, nunca se sabe, ante ese lienzo negro como el azabache, con agujeros blancos, que en muchas ocasiones, hoy será otra de ellas, supone el cielo.


Es una noche de humildad. Tu soledad frente al infinito, y darte cuenta de que tus problemas contra eso, sino es una estupidez, si es una verdadera demostración de egoísmo.


Las mejores noches, para que nos vamos a engañar, en el cine las ha fotografiado un tal, Steven Spielberg, en películas como “Encuentros en la tercera fase”, o “E.T.”, noches de un azul inmenso, con luces en la lejanía de estrellas en el cielo, y luces de la ciudad, que parecen fundirse en un todo soñador de encuentros con el infinito.


Pero la vida es más parecida a una producción cinematográfica española, con más propósitos que dinero, más ingenio que poder crematístico. Y cuando no llega para los efectos especiales, nos tenemos que conformar con la cara del protagonista en un primer plano sugiriendo lo que ve. La vida es eso, pura ironía, tu pagas, y es “otro” el que disfruta.


En esta noche, en apenas unas horas, me reiré en silencio del mismo chiste de siempre en honor a Perseo. Es muy naíf, pero a este vecino le encanta.


Había ocurrido una batalla, y sus allegados estaban buscando a Perseo. No sabían ni dónde estaba, ni cómo estaba. Y cada vez que encontraban a un herido (todos estaban llenos de sangre, e irreconocibles), en su idioma, se supone, le preguntaban, “¿Seis per Seis? (¿Sois Perseo?)”. En un momento dado, el interrogado, moribundo y en pleno estertor, se empieza a reír y dice: “¿Seis per Seis?” y con cara de no entender la complicación de por qué se le pregunta eso, contesta: ”Treinta y seis”.


Ante la infinidad de tú contra el orbe, tampoco conviene ir con cosas muy complicadas, porque ya tienes bastante. Y ese chiste, a este vecino del mundo, siempre le ayuda. Adopta la posición de cualquier atleta  cuando suena el himno que representa a su país…



Y es que nos creemos tanto para, en realidad, lo que somos; y ese chiste nos puede representar. Tantas expectativas para, siempre, una eyaculación precoz... 


¡Y la vida sigue! Pero a este vecino le gusta que le dejen soñar, y esta noche, es un buen momento para ello. Si vais, por favor, no os molestéis los unos a los otros… La vida también puede ser un poco de paz.


*FOTO: DE LA RED

viernes, 5 de agosto de 2016

ESE GOLLUM QUE LLEVAMOS DENTRO



Observar lo que ocurre a tu alrededor suele ser más que aconsejable, especialmente para obtener una segura visión del estado de las cosas.


Sobre las siete de la tarde he ido a la playa, pero no para exhibirme como en la Pasarela Cibeles, sino digamos que si de una conversación se hubiera tratado, he ido directamente al grano: a bañarme.


Al llegar, y como ha sido un día extraordinario, en especial para todo aquel que goce teniendo la sensación de estar en un baño turco, la playa estaba todavía abarrotada. Es decir, para encontrar la orilla te tenia que acompañar la suerte.


Tras unos cincuenta minutos de buen baño, al salir, ya sobre las ocho menos diez, para mi extrañeza seguía habiendo mucho personal, y salir, lo mismo que al entrar, seguía siendo complicado. Sin embargo, durante el recorrido de exilio voluntario, me he dado cuenta, que lo que ocurría es que la gente al comprobar que el vecino se iba, se tomaba la molestia, en la mayoría de los casos, de mover todas sus pertenencias, esparciéndolas sin ningún disimulo ni pudor, quedándose con el terreno que en un momento dado había sido vecinal.


Creo que las caravanas en el viejo Oeste al llegar a su tierra prometida, y romper filas para conseguir una buena parcela, era mucho menos evidente que lo que debe ocurrir en cada playa al atardecer. Es cuestión de abrir los ojos, y descubrir ese Gollum que todos debemos de llevar dentro gritando "Mi tesoro", cuando hemos pasado un buen tiempo oprimidos y de pronto nos sentimos como en el mejor de nuestros sueños.


Ha quedado más que claro que si en nuestra composición, gran parte somos "agua", al menos en un porcentaje sin especificar, hay también "egoísmo", y en algunos momentos con tendencia a desbocarse.


Y por si lo anterior era poco, el espectáculo al abandonar la playa, mientras te limpiabas los pies, ha sido simplemente, sobrecogedor.


Podías observar  la gran cantidad de basura que se había producido, mucho papel y plástico. Y hay que tener en cuenta que la playa, de la que no quiero decir el nombre, porque me imagino que en la mayoría de playas de España ocurrirá lo mismo, es una de esas que tiene "la Bandera Azul", y consecuentemente se limpia todas las madrugadas.
Y para no equivocaros, la basura dejada estaba a la salida de la playa, en ningún caso depositada por el mar. 


Está visto que el Gollum que llevamos dentro, se desprende de todo menos, se supone, que de su tesoro, y consecuentemente, de su mapa, o de aquello que le haga ganar algo. Lo demás, le sobra. Y que como diría el saber popular: "el que venga detrás, que arree".

*FOTO: DE LA RED

domingo, 20 de marzo de 2016

FELICIDAD, ¿MAPA DE UNA UTOPÍA?


De un tiempo a esta parte parece que se quiere etiquetar todo, y por eso  ahora muchos días están “esponsorizados” por tal o cual estamento para dedicarlo a un asunto determinado…


Ahora resulta que hoy, y declarado por Las Naciones Unidas desde el 2013, es el DÍA INTERNACIONAL DE LA FELICIDAD, así en mayúsculas. Un amigo me diría con mucha sorna, que entonces es el día de la utopía.


De todas maneras, me pregunto ¿Hay que ser feliz, el que lo consiga, solo en su fuero interno, o que se note que eres feliz? Porque llegados a este punto me acuerdo del torero, y padre de la ahora saga “Bosé”, Luis Miguel Dominguín, que cuando se acostó con la mujer, se supone, más bella del mundo, en  aquel entonces, Ava Gardner, él no fue feliz hasta que lo contó, que no tardó, por cierto, nada en hacerlo. Por lo que deducimos que en el caso del torero, en ese momento al menos, para ser felíz él debía, cuando menos, dar envidia a los demás.


Sinceramente, tal como está el mundo actualmente, el que diga que es feliz creo que puede tener muchas dosis de egoísmo, no mirando más allá de su ombligo, y no quiero enlazar con el párrafo anterior, aunque quizás tenga mucho de ello también.


Con la cantidad de personas, y que muchas veces olvidamos que lo son, rebajándolas  a simples cifras, que tienen que huir de sus lugares de origen por los conflictos que están sufriendo, no se puede decir que el terreno esté abonado para ser feliz.


Si ponemos a la felicidad por bandera, hoy, y tristemente, diría que debería de estar a media asta como condena a perpetuidad.

Creo que no se puede, y quizás incluso por respeto a los demás,  pedir ser feliz, como diría un pijo, “full time”, a jornada completa, porque además eso parecería un trabajo (de profesión: feliz), o incluso una condena.


Hay momentos de felicidad, sin duda los hay, una mirada, un buen paseo, especialmente con la persona a la que quieres, una velada...


Hoy por ejemplo, en el accidente de Fernando Alonso, si fuera una receta para hacer un cóctel, ha tenido doble y mitad de extra-suerte etiqueta negra, y un cuarto de alivio, pero felicidad, es otra cosa. Incluso, y en una opinión muy personal de este vecino del mundo, requisito indispensable de la felicidad es que ocurra en pequeños periodos de tiempo, más bien, en momentos. 


Si hubiera alguien que fuera feliz las veinticuatro horas del día, todos los días del año, correría el riesgo de acostumbrarse, y ya no sería plenamente feliz, ya que si la felicidad fuera un medicamento, en mi opinión, se debería de usar en pequeñas dosis, quizás para no acostumbrarse, y dejar de disfrutarla.


Ya para terminar diré que, personalmente,  cada vez que oigo hablar de “felicidad”,  y cómo conseguirla, me imagino vestido como un explorador, con salacot incluido, y con un pico y una pala, para currarse su búsqueda.


Quizás, lo más triste de estos momentos que estamos viviendo, en una España cogida con alfileres, por todo lo que se han llevado unos cuantos y lo que nos han quitado a la mayoría, que no siempre es lo mismo, llamarse “feliz” puede ser cuando menos una falta de tacto.


Este vecino del mundo es más partidario, en contra de la opinión de muchos, de que la felicidad no está en la acumulación de cosas, o incluso de dinero, sino que  es un estado de ánimo. Por eso, una vez oí una frase que me gustó mucho, y que aquí viene, como diría un cursi, pintiparada:


Hoy no sabía qué ponerme… y me puse contento.”


*FOTO: DE LA RED

lunes, 4 de mayo de 2015

PASEAR COMO COARTADA



Siempre me ha gustado pasear, pero últimamente estoy llegando a pensar que hacerlo tiene un punto de egoísmo, de coartada, de pretexto, e incluso de disculpa.

Pasear puede ser huir de los problemas, o ver la gente pasar pero no comprometerse con nadie. Mi madre, que siempre ha sido una pragmática, diría que es no depositar el huevo en ninguna parte. Para ella el huevo siempre ha sido, aunque quizás conscientemente no lo ha sabido, “la verdad”. Porque la verdad, como el huevo, tiene un mucho de frágil, y de incómodo, el huevo se supone que al ponerlo, y la verdad al defenderla.

Pasear es jugar con todos y con nadie. Tiene, y quizás visto precisamente en estos días, un tufillo a campaña electoral, de promoción, y como dice el dicho, mucho de abarcar y poco apretar.

Pasear en un atardecer, puede ser jugar con las luces del teatro del mundo, diciendo que en los atardeceres ves lo mismo pero de otra manera. Lo que en el cine sería un “remake” pero lleno de efectos especiales.

Como en todo lo dudoso, ahora al paseo se le promociona con buena prensa. "Es bueno para la salud porque andar significa masajear la planta de los pies, y con ello, todo el cuerpo". Pero yo no paseo por bondades medicinales, que nunca vienen mal por otra parte, sino como decía mi tía Tina desde que era pequeño: -Este niño no puede parar ni aunque se le ate.

Y quizás mi tía, sin saberlo, tenía un mucho de psicóloga. En la acepción de la palabra “atar” va implícito el “para siempre”. Por eso nunca he entendido, por ejemplo, el tatuaje. Esa manía de ponerse en el cuerpo, pero de otra manera, “yo estuve allí”. O “en aquel tiempo mi cuerpo estaba invadido por un sentimiento de…”.  

Lo importante es sentir, conocer, andar, y nunca explicar,  porque en el peor de los casos van a pensar que es para dar envidia, y en el mejor, no te van a comprender.

Pasear, desde un punto de vista cinematográfico, puede ser vivir una road movie, película de carretera, pero a la española, es decir con un pequeño presupuesto y escenarios cercanos.


Recordando el chiste de Jaimito, pasear tiene mucho de hacer el amor, en el concepto de “conocer gente”, pero muy de pasada. Y quizás, en el fondo, muy en el fondo, está el que uno ya tiene suficientes problemas, y no necesita cargar con los de los demás, pero sí sacar los propios a airear, primero para que no huelan, y segundo porque quizás, con los traslados, vuelvas a casa con alguno menos, y nunca con más.


*FOTO: DE LA RED

martes, 24 de septiembre de 2013

PURO EGOÍSMO

Este vecino está convencido de que gran parte del cambio social del siglo XX se debe a nuestra función de “voyeur”, ejercida mediante el cine, y nuestra comparación, premeditada o no, respecto a todo aquello que veíamos en lo que se suponía era el día a día, especialmente americano.
En este cambio social basado en el cine americano usado a modo de “documental” hay una frase, “Conozco mis derechos”,  mediante la cual, intentamos luchar contra dudosas injusticias, injusticias basadas siempre en que creemos que a nosotros nos está tocando la peor parte, sea o no sea, en realidad, así.
En este mundo de recortes, y más recortes que nos está tocando vivir, la gente está bastante escamada, con razón o sin ella, y ahí sale a relucir nuestro egoísmo, nuestro “yo-primero”, y como único fundamento tenemos el conozco-mis-derechos, y si existen los derechos para los demás me importa un comino.
Por razones que no vienen al caso, últimamente este vecino tiene conocimiento muy cercano del ambiente hospitalario, y cada vez hay más gente que confunde un hospital con un hotel de cinco estrellas, todo incluido, en el que lo único que importa es que se atienda primero, y cada una de las veces que haga falta, al familiar que tienes ingresado.
Muchas de esas veces está latente una total dejadez por parte de la familia, que viene a acompañar al paciente de pascuas a ramos, y en visitas que esas sí son de médico, por lo cortas y frías del familiar de turno.
Además, para calmar su conciencia, el visitante, en esas visitas de médico, le trae de todo para que coma entre horas, aunque el enfermo tenga que llevar una dieta estricta, porque quién mejor que yo para saber lo que le gusta a mi padre, (o a mi madre, o a mi hermano…) y no la gentuza que trabaja aquí, que porque cobran que sino, no ayudaban a nadie.
Un profesional, sea médico, enfermera, o auxiliar, tiene su corazón, y se da cuenta de que cada vez tiene menos compañeros, e incluso medios, por aquello de los recortes, y que tiene que “intentar” suplir esas ausencias con ganas y pundonor. Y a eso realmente no ayuda el ambiente hostil en muchos casos que crean los familiares y su conozco mis derechos, y sé cómo te llamas, y te voy a denunciar porque tú no sabes quién soy yo, pensando en muchos casos que de esa manera le está cargando las pilas al empleado de turno, para que esté atento todo el rato de su familiar, ya que él se tiene que ir ya por algo muy importante que tiene que hacer cada vez que se va.

*FOTO: DE LA RED