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domingo, 25 de marzo de 2018

PUIGDEMONT Y SU CARRITO DEL HELADO...



Quien más, quien menos, ya tenía pertrechado su post de hoy hablando sobre lo bueno y lo malo del cambio de hora, jugando además con ventaja de lo ya dicho en otras ocasiones (copias, pegas, y luego un poco de maquillaje verbal), cuando a eso de las once de la mañana han tocado a arrebato.

“Que a Puigdemont le han pillado con el carrito del helado”, y no es una variante de la célebre canción, sino que es literal.

Tanto airearse por Europa con la causa nacionalista, primero sacando un pie de su residencia en Waterloo, después las dos y el morro, siempre el morro por delante, hasta que un buen día te dejas las llaves en casa y no puedes volver. Y ese día parece que ha llegado. Porque la Merkel es mucha Merkel, aunque ha tenido tiempos mejores, y en Alemania sólo se mueve, quien ella quiere.

De todas maneras y bien pensado, aquí ganan todos. Primero, porque a M. Rajoy todo le viene bien, incluso para olvidarnos por un momento de los títulos universitarios de sus pupilos, y pupilas, aunque no sea, parece, la niña de sus ojos. A Ciudadanos, porque siempre dirán eso de “ya es hora de que nos hagan caso”. Y a los de izquierdas, se supone que con el Psoe incluido, porque siempre tendrán algo para protestar.

E incluso, y pensadlo un poco, les viene bien hasta a los mismos nacionalistas catalanes, porque es una manera honrosa de acabar con uno de sus culebrones, y además de manera que puedan seguir quejándose, que, visto lo visto, es lo que mejor saben hacer: que la culpa siempre la tienen los demás, por exceso o por defecto, pero siempre los demás.

No soy politólogo, sino solo voyeur de la vida, pero estoy convencido de que durante mucho tiempo, por aquello de “nunca digas nunca jamás”, aquí se acaba la aventura nacionalista, que no es lo mismo que acabar con la tabarra nacionalista. Pero seamos serios: ¿Todo esto le ha venido bien a Cataluña? Este vecino del mundo diría que no, y a España, en su totalidad, tampoco. Porque en realidad es como en el teatro, para que uno se luzca, aunque sea haciendo el ridículo, los demás tienen que estar a la altura. 

Y el gobierno español lo ha estado. Ha sido como un auténtico show, de cara al resto de Europa, de parejas cómicas; la réplica y la contrarréplica han estado a la altura: Lamentables los dos.

Ahora para ir por Europa convendrá ir con bufanda, aunque sea verano; y gafas de sol, aunque todavía estuviéramos en invierno. Porque entre unos y otros, lo de la presunta seriedad en España ha quedado como intentar dar una clase de teología en una discoteca: imposible.

Esperemos que hoy sea, como en la célebre frase, el comienzo del resto de nuestra vida europea. Y que todos se planteen, de una vez y para siempre, a dónde nos ha conducido eso de  utilizar a los partidos nacionalistas, durante los comicios a nivel nacional, como partidos bisagras, intentando comprarles  y dándoles todo lo que piden…

Se ha puesto de moda, parece, el decir que un joven, siempre tiene que ser de izquierdas, y que la vida misma le va “centrando”. Este vecino del mundo, ya con los sesenta a cuestas, está convencido de que nunca se ha centrado, ni se centrará. Pero cada vez está más convencido de que se ha convertido en gato, por aquello de que el gato escaldado, del agua huye. Y hay momentos, en que verdaderamente siente estar en una isla… Angustioso.

*FOTO: DE LA RED
*TRUCAJE FOTO: PATXIPE

martes, 28 de abril de 2015

CUANDO LOS GATOS SE PINTAN DE PARDO


Entre dos luces, cuando los gatos se pintan de pardo, cuando la vida presenta otra cara. Entre dos luces, entre el agua y la tierra, la verdad y lo imaginado. Cuando el no rotundo huele a posibilidad y  se está más cerca de atravesar el cristal del espejo.

Dos ambientes,  el mundo huele a sueños y el sol cede su turno a una luna nacida en cualquier parte, pero adaptada y adoptada. Es la frontera entre las dos caras, del día y la noche. El momento en que se puede abrir una puerta a un algo diferente, la otra cara de la moneda, de la luna de los lunáticos. 

Estar con uno mismo ahora es más fácil, es regular la luz de tu salita, de tu entorno, y ahorrar en espectáculo cuando el espectador parece que va a ser uno solo, y no quiere molestar. Nunca ha querido molestar, por eso sus pasos apenas esbozados, más un eco que una realidad.

Pasear por tus sitios queridos, por una playa, la de La Concha, puede adquirir matices diferentes. Las luces del día que se va, se resisten y juegan a quedarse en la orilla. Huellas de pasos masajean la arena empapada de cielo. En la lejanía, unos perros jugando mientras sus humanos hablan y hablan; contigo la soledad buscada. Una soledad dulce y cariñosa, una soledad entre dos luces, como la playa, que acaricia el alma y aviva el fuego del recuerdo.

La Isla de Santa Clara, frontón de miradas,  tapa las últimas luces, y sirve de ancla a un horizonte que no quiere marcharse.  Fuera de la playa, en el paseo, los flashes denotan al espectador de postal en movimiento, al coleccionista de marcos incomparables.  El voyeur de momentos inolvidables, se esconde tras una barandilla con tintes ahora blanco-violetas. La vendedora de golosinas guarda los últimos barquillos antes de cerrar por hoy.


Quizás esa es la frase, "cerrar por hoy”, un instante de presente, y toda la vida para recordarlo. En momentos así no sabes si decir “atrás queda la playa” o “atrás quedamos nosotros”, una décima de segundo, apenas un ahora, de luz, de vida, de que alguna vez estuvimos. 

*FOTO: F.E.PEREZ RUIZ-POVEDA

miércoles, 8 de abril de 2015

SOBREVIVIENDO A UN LECTOR INFIEL


No sé si a vosotros os ocurrirá, pero confieso que soy lento a la hora de leer un libro. Y cada vez que paro, porque lo admito, soy inconstante, y retomo el libro, a lo mejor una semana más tarde, tengo la impresión de que he complicado la vida a los personajes implicados, esa misma semana. Que les he dejado parapléjicos perdidos, es un decir, y que si iban en coche, se han quedado quietos sin remisión, con el trasero no en perfectas condiciones, ya se sabe que los tejidos para los asientos al cabo de unas horas son incompatibles con el buen vivir.

La novela de la que os voy a hablar ahora es lo suficientemente buena para haber sobrevivido a los vaivenes de un lector infiel por naturaleza. Sin embargo, a medida que iba pasando la trama, he de confesar que he sufrido los efectos de lo que debe ser una especie de droga dura, y no me he podido desenganchar. El problema será ahora, una vez terminada, siento el abandono de unos personajes, que en mi caso me han acompañado unas cuantas semanas.

“La verdad sobre el caso Harry Quebert”, escrito por un joven suizo de 27 años, Jöel Dicker, no ha pasado desapercibido, ya que recibió el Premio Goncourt des Lycéens, Gran Premio de Novela de la Academia Francesa y Premio Lire a la mejor novela en lengua francesa; y publicado en España en Junio del 2013.

Digamos que este libro no es un thriller al uso, aunque hay cadáveres y un asesino al que colgar unos delitos medio ocultos durante años.

Aposentado su argumento en tres diferentes épocas, 1975, 1998 y 2008, su originalidad estriba  en sus continuos vaivenes en el tiempo. En presentarnos una escena de una manera, y al tiempo que vamos capturando información a la vez que el héroe de esta historia (un escritor, Marcus Goldman, ante el pánico escénico de escribir su segunda novela tras el tremendo éxito de la primera), el significado de lo vivido en esa misma escena cambiará.

Este vecino no quisiera desvelar nada de la trama, para que tengáis la misma sensación que él al ser atrapado por la novela en sí. Decir que es más que un thriller, es una historia de amor oculto, un canto a la amistad, y al mismo tiempo una especie de manual para el escritor en ciernes. 

Tan solo desvelar que la historia de amor que se nos cuenta, con Nola Kellergan, a la que nunca olvidaremos, no es políticamente correcta, y quizás en eso esté uno de los grandes valores de una novela en la que nos involucra a nosotros, y nos hace preguntarnos hasta qué punto formaríamos parte de una historia similar, cuando la realidad es que ya hemos compartido una, hemos ejercido de “voyeur” en la historia contada en la novela.

Una novedad también es que no existen los tópicos de la novela negra, ni bebidas con bourbon, ya que el protagonista  nada tiene que ver con ese mundo, sino que se ve forzado por las circunstancias, y nosotros, los lectores, estamos a la misma altura que él: todo es nuevo para nosotros.

Si tienes algo urgente que hacer en los próximos días, no comiences a leer esta novela, te enganchará y tendrás que inventar mentiras para proseguir con ella; como los personajes del libro.

*FOTO: DE LA RED

miércoles, 19 de noviembre de 2014

TRAMPA A UN VOYEUR

Ya sé que desde hace tiempo seguro que me habéis catalogado como “bastante raro”. Es probable que me lo merezca, pero solo puedo decir eso de que “cada uno es como es”, gran verdad, que se utiliza sobre todo entre los concursantes de cualquier "reality" que se precie, y que además sirve como todo tipo de coartada. ¿Metes la pata en una boda, en un bautizo, en un funeral? Pues se dice eso de “No haberme invitado, que ya sabéis cómo soy.”
Dicho lo dicho os quiero preguntar si a vosotros os da cierto morbo, como a mí, abrir una puerta, o un cajón.
En sí, abrir algo no parece que tenga que despertar muchas expectativas, pero siempre tengo la esperanza de encontrarme con una sorpresa. Y es que siento que hay tantas cosas que se esconden de nosotros, que quizás el abrir una puerta en un determinado momento, pille al orden natural de la vida, si lo hay, un tanto desconcertado.
Siempre he considerado que abrir una puerta es una manera de levantar un teléfono sin que suene, y oír quizás una conversación que no es ni para ti, ni para nadie que vive contigo. Quizás, incluso, pueden dar datos que nos hacen pensar  que esa conversación tuvo lugar hace mucho tiempo. Porque, quién te ha mandado a ti levantar un auricular sin que suene, o abrir una puerta cuando ni te has planteado pasar al otro lado.
Es el sentido más "voyeur" de hacer algo. Una especie de ruleta rusa, de encontrar ni lo que te esperabas, ni lo que debías.
Y la cosa pudiera ir a peor, porque tras cruzar la puerta de una escena que no te corresponde, ni a ti, ni quizás a la época en la que te encontrabas, lo peor es que no puedes regresar a tu origen. Abres la puerta mil veces de mil entornos ahora diferentes y ningún corresponde con el que estabas. Un voyeur atrapado en su propia trampa.
Me he planteado en numerosas ocasiones el quitar todas las puertas de casa, pero sería algo así como que para que alguien que tiene problemas con el alcohol deje de beber, tengan que dejar de beber todos los vecinos de su pueblo. No sería justo.

*FOTO: DE LA RED


P.S.: ¡Por fin, ha ocurrido! Acabo de levantar la tapa del váter y da a una estación de metro. Hay mucho ruido. Se oye hablar en francés, y el desfilar de mucha gente a la vez, puede ser una tropa. Solo alcanzo a ver un calendario, de 1942. Si no os he escrito un post en dos días puedo estar en verdaderos problemas…

martes, 24 de septiembre de 2013

PURO EGOÍSMO

Este vecino está convencido de que gran parte del cambio social del siglo XX se debe a nuestra función de “voyeur”, ejercida mediante el cine, y nuestra comparación, premeditada o no, respecto a todo aquello que veíamos en lo que se suponía era el día a día, especialmente americano.
En este cambio social basado en el cine americano usado a modo de “documental” hay una frase, “Conozco mis derechos”,  mediante la cual, intentamos luchar contra dudosas injusticias, injusticias basadas siempre en que creemos que a nosotros nos está tocando la peor parte, sea o no sea, en realidad, así.
En este mundo de recortes, y más recortes que nos está tocando vivir, la gente está bastante escamada, con razón o sin ella, y ahí sale a relucir nuestro egoísmo, nuestro “yo-primero”, y como único fundamento tenemos el conozco-mis-derechos, y si existen los derechos para los demás me importa un comino.
Por razones que no vienen al caso, últimamente este vecino tiene conocimiento muy cercano del ambiente hospitalario, y cada vez hay más gente que confunde un hospital con un hotel de cinco estrellas, todo incluido, en el que lo único que importa es que se atienda primero, y cada una de las veces que haga falta, al familiar que tienes ingresado.
Muchas de esas veces está latente una total dejadez por parte de la familia, que viene a acompañar al paciente de pascuas a ramos, y en visitas que esas sí son de médico, por lo cortas y frías del familiar de turno.
Además, para calmar su conciencia, el visitante, en esas visitas de médico, le trae de todo para que coma entre horas, aunque el enfermo tenga que llevar una dieta estricta, porque quién mejor que yo para saber lo que le gusta a mi padre, (o a mi madre, o a mi hermano…) y no la gentuza que trabaja aquí, que porque cobran que sino, no ayudaban a nadie.
Un profesional, sea médico, enfermera, o auxiliar, tiene su corazón, y se da cuenta de que cada vez tiene menos compañeros, e incluso medios, por aquello de los recortes, y que tiene que “intentar” suplir esas ausencias con ganas y pundonor. Y a eso realmente no ayuda el ambiente hostil en muchos casos que crean los familiares y su conozco mis derechos, y sé cómo te llamas, y te voy a denunciar porque tú no sabes quién soy yo, pensando en muchos casos que de esa manera le está cargando las pilas al empleado de turno, para que esté atento todo el rato de su familiar, ya que él se tiene que ir ya por algo muy importante que tiene que hacer cada vez que se va.

*FOTO: DE LA RED