Ni que decir tiene de que estamos en una mala época y en todos los sitios se encargan de recordarlo con la famosa frase “con la que está cayendo”. Pero si recurrimos a frases hechas también está esa otra de “al mal tiempo buena cara” y teniendo en cuenta los nubarrones económicos y de todo tipo que estamos sufriendo, no es que tengamos buena cara, sino que tenemos que estar guapísimos.
Estaba yo en estas cuando entré en la farmacia a la que vamos siempre, por estar al lado mismo de casa. Al entrar pensé que tenía suerte porque solo había dos clientes, siendo atendidos a la vez en sendas colas. Una de las personas parecía que tenía para rato, pues llevaba un montón de recetas, y tenían que comprobarlas, y en la otra fila estaba ya siendo despachada otra clienta. Al cabo de unos momentos me di cuenta de que había sido premiado con el premio gordo, me había tocado la clienta por antonomasia. Sí, esa persona, normalmente mayor, muy mayor, que vive sola, y que lo importante no es el medicamento que viene a pedir, sino el tiempo que viene a pasar. En realidad, el medicamento es una excusa. Vienen como si la farmacia fuera el sustitutivo del hogar del jubilado, y en realidad lo que quieren es compañía. Tenía para rato.
El medicamento, cuando llegué, ya lo tenía dentro de una bolsita de plástico en la mano. Aunque la señora mayor hablaba con el farmacéutico, lo que más hablaba era su cuerpo, porque no comenzaba a darse la vuelta, y me daba a entender de que tenía para rato. Ahora, y como consecuencia de la conversación, la farmacia se había transformado en una agencia de viajes, y la señora le había pedido su opinión sobre lugares de veraneo para ir una persona sola. Estaban hablando del extranjero, y el señor le quería dar a entender de que en su estado no le aconsejaba viajar sola, pero claro se lo decía con circunloquios, y la señora no estaba para adivinanzas. El farmacéutico le decía que al extranjero es mejor ir con más gente, porque al no conocer ni el idioma ni las costumbres a él le daba miedo ir solo. La señora le decía que ella siempre había ido sola, y que a estas horas no iba a cambiar, con la consiguiente cara de circunstancias de su interlocutor.
Estábamos en estas, cuando la señora sufrió un medio mareo, y curiosamente en el momento que le dijeron que se sentara para tranquilizarse fue cuando le entraron las prisas y se marchó.
Mientras me atendían, me entró una especie de congoja por ver el presente de muchas personas, y quizá nuestro futuro. Se encuentran solas, y en realidad no lo quieren ver, poniéndose una especie de muleta en los ojos para seguir embistiendo mientras las fuerzas les respondan.
*FOTO: DE LA RED