miércoles, 15 de febrero de 2012

MALA ÉPOCA

Ni que decir tiene de que estamos en una mala época y en todos los sitios se encargan de recordarlo con la famosa frase “con la que está cayendo”. Pero si recurrimos a frases hechas también está esa otra de “al mal tiempo buena cara” y teniendo en cuenta los nubarrones económicos y de todo tipo que estamos sufriendo, no es que tengamos buena cara, sino que tenemos que estar guapísimos.
Estaba yo en estas cuando entré en la farmacia a la que vamos siempre, por estar al lado mismo de casa. Al entrar pensé que tenía suerte porque solo había dos clientes, siendo atendidos a la vez en sendas colas. Una de las personas parecía que tenía para rato, pues llevaba un montón de recetas, y tenían que comprobarlas, y en la otra fila estaba ya siendo despachada otra clienta. Al cabo de unos momentos me di cuenta de que había sido premiado con el premio gordo, me había tocado la clienta por antonomasia. Sí, esa persona, normalmente mayor, muy mayor, que vive sola, y que lo importante no es el medicamento que viene a pedir, sino el tiempo que viene a pasar. En realidad, el medicamento es una excusa. Vienen como si la farmacia fuera el sustitutivo del hogar del jubilado, y en realidad lo que quieren es compañía. Tenía para rato.
El medicamento, cuando llegué, ya lo tenía dentro de una bolsita de plástico en la mano. Aunque la señora mayor hablaba con el farmacéutico, lo que más hablaba era su cuerpo, porque no comenzaba a darse la vuelta, y me daba a entender de que tenía para rato. Ahora, y como consecuencia de la conversación, la farmacia se había transformado en una agencia de viajes, y la señora le había pedido su opinión sobre lugares de veraneo para ir una persona sola. Estaban hablando del extranjero, y el señor le quería dar a entender de que en su estado no le aconsejaba viajar sola, pero claro se lo decía con circunloquios, y la señora no estaba para adivinanzas. El farmacéutico le decía que al extranjero es mejor ir con más gente, porque al no conocer ni el idioma ni las costumbres a él le daba miedo ir solo. La señora le decía que ella siempre había ido sola, y que a estas horas no iba a cambiar, con la consiguiente cara de circunstancias de su interlocutor.
Estábamos en estas, cuando la señora sufrió un medio mareo, y curiosamente en el momento que le dijeron que se sentara para tranquilizarse fue cuando le entraron las prisas y se marchó.
Mientras me atendían, me entró una especie de congoja por ver el presente de muchas personas, y quizá nuestro futuro. Se encuentran solas, y en realidad no lo quieren ver, poniéndose una especie de muleta en los ojos para seguir embistiendo mientras las fuerzas les respondan.

*FOTO: DE LA RED

2 comentarios:

  1. Otro de los sitios en los que los viejillos, (me voy subiendo al carro), despliegan su necesidad de compañía es en la sala de espera del médico. Verdaderas cataratas de anécdotas, de explicaciones, en los que se pone de manifiesto la personalidad del sujeto.A veces, es entrañable, la bondad se transparenta y se aprende mucho de la vida. Pero otras, caramba, sin ir más lejos, hace poco, una mujer en silla de ruedas, con una joven sudamericana que la atendía, nos hizo ver todo un muestrario de clasismo, racismo, orgullo y maltrato en la media hora que tuvimos que soportarla.Sólo el respeto a la joven me hizo callarme.Y el tener la seguridad de que intervenir no iba a hacer más que empeorar la situación de la chica.
    Sí, entre los viejos hay de todo, mirémonos bien mientras llegamos a esa situación.

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    1. Me acuerdo hace muchos años cuando los jubilados empezaron a poder viajar gratis en el tren, en mi pueblo había jubilados, sobre todo hombres, que todos los días por la mañana se montaban en el tren de las ocho y media más o menos para ir a Donosti, ver los precios de los restaurantes de la parte vieja, y volver a casa a comer. Eso dicho por mi padre, de amigos suyos que lo hacían. En lugar de ver las obras del pueblo, miraban los menús. Un cambio importante en sus vidas.

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