¿De qué color es el mar?.
Esta pregunta me había perseguido durante más de treinta años, desde que en una frÍa tarde de otoño, paseábamos los dos por el puerto.
Ella ese día estaba nostálgica y hablaba poco, solo me agarraba y se apoyaba en mí. El frío de la tarde había tatuado en su piel un blanco morado brillante que hacía que yo al verlo la meciera en mis brazos con el fin de defenderla de nada y de todo.
Después me confesó que ese día su médico le había dado malas noticias, que con el tiempo no se habían confirmado, sino que, ¡gracias a Dios!, el peligro había pasado
Sin embargo aquella pregunta se había pegado a mí, especialmente esos días tristes que quizás como vienen se van, pero que durante unos instantes tiñen de frío el calor de los sentimientos.
Hace varios años mientras asistía a una exposición de Sorolla, Don Joaquín, pensé que el pintor valenciano sí conocía la respuesta a mi pregunta, pero ya era tarde para preguntarle el nombre del color, aunque viendo sus cuadros estaba claro que los nombres eran muchos, y pensé que quizás la solución estuviera más cerca en el mundo de los sentimientos. ¿De qué color es el amor? ¿Y la tristeza?
Con respecto a la segunda pregunta quizás tenía la respuesta: blanco morado brillante. En cuanto al color del amor podía ser de la misma gama del color del mar.
Como el mar, el amor puede venir e irse, puede mecerte y puede herirte. El mar aparentemente tiene mil colores, y el amor puede ser el arco iris de la vida.
Hace unos días, estuvimos paseando por el mismo puerto, y los dos nos acordamos de aquella vez, muchos años atrás. En ese momento le recordé su pregunta, y le confesé que durante años había estado intentando encontrar la respuesta exacta, y solo veía una, pero no hablaba del mar en sí, sino que hablaba de sentimientos y sensaciones, y en todos estaba ella, por eso le imploré, mirando a sus ojos color mar, color vida, que nunca me dejara, porque ella era en realidad la paleta que pintaba mi vida, y quien regía los colores de todos y cada uno los objetos y escenas que la conformaban. Era ella mi principio y mi fin, mi por qué y el para qué, y al final, la respuesta a todas las preguntas.
*FOTO: DE LA RED