Cuando
compruebas, por todos los datos que recibimos, que la cosa está tan
mal, que llegar a fin de mes es una entelequia, que la
que-está-cayendo
no
para de caer y ya hasta nos hemos acostumbrado, este vecino del mundo
se pregunta, si esos señores con corbata que no saben cuánto cuesta
un café, pero en cambio juegan con cifras macro-económicas,
realmente nos representan. O dicho de otro modo, ¿nos merecemos la
clase política que tenemos?
Desde
esta atalaya donde me paso horas enteras observando por la ventana de
marras, he llegado a la conclusión de que sí, porque en realidad
estamos a años luz de iniciar una revolución, y nos conformamos con
lo que hay en el mercado de los políticos, y cuando pulsan nuestra
opinión en época electoral es más de lo mismo.
Todo
político debe estar siempre en situación de alarma, cuidando su
lenguaje y su comportamiento, muchas veces intentando domar a ese
monstruo que todos llevamos dentro, y que quizás se escape durante
cinco segundos, y haga que “se nos vea el plumero”.
Cuando
un político, como un ordenador, está en modo
ahorro de energía,
y en un momento dado se le pulsa una tecla, puede que durante unas
décimas de segundo se desmadre, y te diga una lindeza como “las
leyes son como las mujeres, están para violarlas”, y luego vendrán
las explicaciones: “ha sido un malentendido...está fuera de
contexto...precisamente es lo contrario de lo que he querido decir”,
pero la verdad es que ésto no hubiera debido ocurrir nunca, porque
esa instrucción nunca debiera haber estado en el software de esta
aplicación para políticos de pacotilla. Y lo triste es eso, que los
políticos de pacotilla son para el pueblo de pacotilla. Y se
deberían de inventar antivirus a aplicar no solo a políticos, sino
al pueblo que lo elige, porque el político en su fase más inocente,
en la de niño, es del pueblo, y para el pueblo, y casi sin darnos
cuenta va aprendiendo unos “tics” que algunas veces se escapan en
los cinco segundos tontos,
que desgraciadamente todos tenemos, y nos dejan con el culo de
nuestras costumbres al aire.
Lo
dicho, se debería ir cambiando el software nuestro, de nuestra
sociedad, para obtener una sociedad 2.0, de la que provengan luego
políticos 2.0. Sin embargo, como este vecino del mundo se las conoce
todas, lo dicho no quiere decir el reconocimiento de que hemos vivido
por encima de nuestras posibilidades, porque al menos en mi caso, y
en el de muchos, eso no es verdad.
*DIBUJO: DE LA RED