Siempre he pensado que a medida que vas cumpliendo años, vas sintiendo muchos déjà vu, o sensación de haber experimentado algo previamente.
Con la carga policial de hace dos días en Valencia, y salvo por el cambio de indumentaria de unos y otros, me he retrotraído al comienzo de los setenta y a aquel “contra Franco vivíamos mejor”. Salvo que los grises, ya son azules, y la gente está más rasurada, salvo que ahora no se lucha por libertades, sino por no pasar frío en las aulas, y es que en realidad hay muchos “salvo”.
En aquellos tiempos existía la esperanza de cargarse al Dictador, y al final se lo cargó el tiempo, pero la misma esperanza nos unía a todos. Ahora, sin embargo, ¿cuál es la esperanza?. En el caso de lo ocurrido en Valencia, la esperanza era no pasar frío en ese instituto, y eso según el léxico del policía a cargo, les convertía en el enemigo.
Hoy en día las esperanzas son muchas, pero pequeñas y divididas. Cada uno prácticamente tiene la suya, pero sí nos va uniendo poco a poco la
idea de que todas las esperanzas, las de cada uno de nosotros, chocan con el gobierno y las medidas que está tomando, y que con mando a distancia le están haciendo tomar sus colegas europeos.
Venimos de unas vacas gordas en las que los diferentes gobiernos, incluidos los autonómicos, unos más que otros, han cometido todo tipo de excesos, y ahora por ejemplo, en las aulas valencianas, no es que pasen frío, sino que se podría rodar “Doctor Zhivago 2”; no haciendo falta recordar, por cierto, que ya la película original se rodó en tierras españolas. Ahora, las imágenes de los alumnos en sus aulas con mantas de casa para protegerse de la congelación son descorazonadoras, y luego seguimos organizando carreras de fórmula uno, y aeropuertos sin aviones.
Cada vez que hay una catástrofe fuera de nuestras fronteras, España siempre se ha caracterizado por ser prácticamente la primera en ayudar, llevando de todo lo necesario para paliar lo ocurrido. Sin embargo, habrá que ir temiendo que la próxima catástrofe la vamos a tener pronto en casa, y no va a ser por causas de la naturaleza, sino por causas políticas, y al final deberemos ser nosotros, los de a pie, los que tengamos que sacar las castañas del fuego, porque las anteriores se las han comido los políticos de turno, que siempre están hambrientos de todo.
*FOTO: DE LA RED
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