PARACETAMOL, MON AMOUR

Digamos que he tenido días mejores. Me duelen todos los huesos, y la maquinaria de pensar en cuanto puede se pasa al modo off. Debo de ser uno más de los afectados por la gripe de este año.
Es una pena que todo lo que se contagia son enfermedades, porque no estaría mal que un buen día hubiera un foco en el que el contagiado, por ejemplo, se convirtiera en rico. Eso seguro que lo cortarían de raíz.
Para encontrar ese tipo de fármaco no iba a ver recortes. Incluso, me imagino que tras los tempranos esfuerzos por frenar los contagios de riqueza adquirida,  los primeros medicamentos encontrados convertirían a  los  infectados  por el brote salvaje de riqueza, en enfermos crónicos. Su enfermedad ya no se iba a extender, y no iban a tener tremendas fortunas en islas vírgenes, ni andar en bermudas por paisajes paradisíacos, pero iban a ser ricos crónicos, mantenidos por la seguridad social, por supuesto.
Por lo que parece, me he debido de pasar en la medicación, y cuando pensaba que no había tomado la dosis de turno, parece que ya lo había hecho, por lo que debo de estar borracho de paracetamol.
En realidad, no es grave, pero me ayuda a olvidar en cierta manera, que el hombre, y como cualquier sindicalista me recordaría inmediatamente, y la mujer, son sus peores                   enemigos.
El paracetamol me ayudará a olvidar, aunque sea un poquito, que son de nuestra misma especie, los que ayer dentro de un campo de fútbol en Egipto, y como simple excusa de un mal resultado, o de un mal arbitraje, arremetieron contra el equipo de fútbol contrario, y como mínimo setenta y cinco personas murieron. No hay excusas para una sola muerte y menos para tantas, pero está claro que todo ello está ligado al clima político que se respira allí, porque la policía no hizo nada por parar los brotes de violencia durante el partido.
Miro por la ventana, y en el mismo paisaje de siempre, las mismas personas de siempre no parecen comportarse igual, y es que aquí también el ambiente político está cambiando tanto como el tiempo que nos viene de Siberia, o al menos nos está dejando tan helados como para que no se nos parta el alma por unos hechos qu,e al fin y al cabo, no nos tienen que ser tan extraños.

*FOTO: DE  LA RED