miércoles, 17 de octubre de 2012

COMERSE AL PATO DONALD

 Me gustan las caras que te cuentan algo, las caras con pasado.
Sin embargo ahora, lo más frecuente es encontrarte con muchas mujeres, sobre todo las famosas, que te recuerdan a Mikel Jackson, o a Paloma San Basilio, o quizás uno de los dos hacía de ambos...
En realidad, con todo ésto se crea un mundo, al menos, inquietante. Caras ya vistas en cuerpos diferentes, una especie de déjà vu pero en lugares y circunstancias diferentes.
Este vecino del mundo siempre ha pensado que las canas y las arrugas son medallas “al mejor sobreviviente” que te da el tiempo. Sin embargo, borrando las canas y pintando el cabello con los colores que no le corresponden en ese momento, lo único que se logra es una sensación de anacronismo; el mismo que al ver una película de romanos, comprobaras que uno de ellos lleva un Rolex en su muñeca, y encima no es el emperador.
Todos los que se asoman a esta ventana, saben de mi amor platónico por Meg Ryan. Para los mal pensados diré que le conocía antes del orgasmo en “Cuando Harry encontró a Sally”. Me gustaba por su aparente “normalidad”, porque representaba lo que los americanos siempre han llamado “the girl next door”, algo así como la mujer de al lado, la que te puedes encontrar de vecina, y que no se ciñe a los cánones de estrella de cine.
En una película, sin embargo, descubrí que Meg se había comido al Pato Donald, vía operación de cirugía estética, y decidí que no me gustaban los dibujos animados.
En realidad es curioso el caso de los cirujanos de estética. Se pasarán todo el día currando, pero deben dar las costuras en el aire, porque en la práctica nadie reconoce haber pasado por él.
Las modelos y las actrices que están en el candelero nunca reconocerán haber pasado por una reactualización de chapa y pintura. Eso sí, duermen muchas horas y beben todo el agua del mundo. En ese caso los osos no deben envejecer nunca, porque se pasan todo el invierno “sobando”, y cuidado con aquel que beba mucha agua, porque cualquier día vuelve a la guardería.
Me gustan las caras que te cuentan algo, y que dentro tienen un alma que no envejece nunca.

*FOTOS: DE LA RED


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