Esta mañana he ido a la óptica, al lado de casa, para
coger la nueva ración de lentillas. Me
ha tocado esperar a la dependienta, que estaba ocupada con otros dos clientes ,
y mientras, he tenido tiempo suficiente para darme cuenta de que “entre
bambalinas” estaban atendiendo a una niña.
Lo que primero podía parecer un tenue
rumor, poco a poco ha ido tomando fuerza, y la niña lloraba y se quejaba a voz
en grito. Luego me he enterado de que a la niña, a la que no he visto en ningún
momento, pero está claro que no tendría más de cuatro años, le iban a poner lentillas y ella no estaba por la labor.
Al cabo de un rato, se mueven las cortinas que ejercían de
puerta, y sale la abuela, toda compungida y llorando tanto, que la tremenda escena
de Isabel Pontaja llorando por su marido muerto, queda como un mal ensayo.
Mientras, en el interior, se oía la voz de la madre que entre llanto y llanto
le decía a su hija: por favor, por favor, por favor...
Ante todo he de recordar que cada día los niños se
enfrentan a asuntos que son nuevos para ellos, y se van guiando por el
comportamiento de sus progenitores, por lo que, en este caso, si veía a su
madre alterada, la niña tenía que pensar que algo muy grave le iba a pasar.
Desde hace mucho tiempo, muchos padres confunden el rol
de padre con el de amigo, y unos padres tienen que obrar con mucha
responsabilidad, tomando determinaciones que tienen que ser ajenas al niño.
Conviene no olvidar nunca que los niños son pequeños,
pero no tontos, y están siempre midiendo a sus padres para ver hasta dónde
pueden llegar, y ese presunto trato de amistad que muchos padres deparan a sus
hijos, puede ser interpretado por éstos
como debilidad. Si a ésto se junta el presunto síndrome de Peter Pan, del que
cada vez sufren más hombres, el cóctel
puede ser explosivo. Y esta mañana, sin
duda que yo he conocido a la mismísima Campanilla.
*DIBUJO: DE LA RED
No hay comentarios:
Publicar un comentario