jueves, 25 de abril de 2013

UN FINAL SIN RESOLVER


Algunas veces piensas que estar bien informado es malo, porque en estos momentos para lo único que sirve es para que te suba la tensión por instantes. Sin embargo, hay momentos en que te das cuenta que el vecino de al lado, o el que está a mil kilómetros, y no es vecino tuyo pero es vecino de otra persona, está tan alterado como tú.
Ayer al subir a casa coincidí en el ascensor, que muchas veces es un recinto frío que solo sirve para comentar el tiempo que hace, y otras, como en ese momento, sirve de confesionario, con Lorena, la del tercero. Tendrá unos cuarenta años, casada, y muy simpática. En este caso lo de “simpática” no antecede al “pero poco agraciada”, porque está, como se decía antes, como un tren.
Me preguntó en voz baja, aunque estábamos solos, si conocería a alguien interesado en comprar un piso en la costa alicantina. Al ver que le seguía la conversación, me comentó que tanto ella como su marido habían llegado a la conclusión, con mucha pena y mucho dolor, de vender su piso, el que tenían para ir de vacaciones. Con bastante tacto, aunque nunca se sabe si es con el suficiente, le pregunté, si era por alguna contingencia laboral de alguno de ellos. Los circunloquios que hay que crear para evitar preguntar si les habían despedido a alguno de ellos.
Tenemos trabajo los dos – me dijo con el tono que se emplea para dar a entender que no es por esa razón. -No, peor que eso. – me dijo con un hilo de voz.- Tenemos trabajo los dos..., pero no nos va a salir a cuenta tener el piso, porque ahora no podemos coger vacaciones por miedo a que nos manden al paro, y luego no nos vamos a poder jubilar hasta los setenta. Para qué vamos a querer el piso con tanta edad, si lo que entonces necesitaremos será asistencia médica un día sí y el otro también.
Tras poner cara de hacerme cargo de lo que decía ella, y prometerle que si me enteraba de algún candidato a posible comprador, nos despedimos.
Al principio tuve la sensación de que Lorena se quejaba de vicio. Sin embargo, tras un tiempo de darle al magín, y ya más en mi papel de vecino del mundo, me dí cuenta de que esa conversación era un claro síntoma de lo que está ocurriendo en nuestra sociedad.
Se está matando, con unas y otras medidas del gobierno de turno, el sueño que cada uno de nosotros lleva dentro, y sin un sueño que sirva de norte, no se puede vivir. Porque el sueño equivale a ilusión, y ese es el mejor de los sueldos que puedes obtener, el que te hace sobrellevar otros momentos que no son tan felices.
En realidad, y ya para terminar, somos como las plantas, y lo mismo que ellas necesitan ser regadas para seguir viviendo, nosotros necesitamos el riegue y el abono de la ilusión, de poder imaginarnos un futuro, una meta, y hoy por hoy esta vida es una novela negra que termina con un asesinato sin resolver, que es el de nuestras esperanzas.

*FOTO: DE LA RED

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