Últimamente estoy muy
preocupado porque aunque ni me he hecho rico, muy al contrario, estoy en el paro, y pertenezco a esa franja de más de 57 años, que lo del milagro de las bodas de Caná sería más fácil de realizar que encontrar un trabajo, noto que he cambiado en mi manera de ser, y eso no me gusta.
La gran
prueba de que he cambiado, una especie de prueba del algodón, es que antes, por ejemplo, si me hubiera encontrado una maleta o una
simple cartera llena de dinero, sin dudar la hubiera devuelto. Ahora, cuando
menos, lo dudo muy seriamente.
Y es que según ese famoso
ejemplo que nos han puesto siempre de que si pones una manzana podrida en un
cesto de manzanas sanas, todas se echarán a perder, qué podemos decir de una
sociedad que está como está, y que los que tienen que dar ejemplo, lo hacen,
pero de lo que no se debe hacer, y además tienen excusas para todo. Y si no hay
pruebas, o ya ha pasado mucho tiempo para
pedir responsabilidades, enseguida dan una rueda de prensa diciendo que el juez
ha determinado que son inocentes. Y una cosa es, como hubiera dicho mi padre,
no ir a “chirona”, y otra ser inocentes.
La verdad es que la palabra “chirona”,
desgraciadamente en desuso, me gusta porque nos remite a otra época de
trapicheos, posguerra y contrabando. Y estos chorizos de ahora no se merecen ir
a la cárcel, sino a chirona, porque no son inteligentes, son "listos", entre
otras cosas porque a nosotros nos toman por “tontos”, que sería la palabra
opuesta. Pero en el fondo son unos pobres de espíritu que miden a todos por su
cuenta corriente…
Yo siempre había estado
orgulloso de mi interior, porque, y ya
sé que no tengo abuela, desgraciadamente ninguna de las dos, siempre he considerado,
como decía Antonio Machado, que “soy, en el buen sentido de la palabra, bueno”.
Y ahora siento que ya aquello se perdió, como la virginidad, como la primera
vez. Y eso me duele mucho. Y lo triste es, que últimamente estoy más convencido
que nunca, que sé dónde están aquellos buenos pensamientos, el ver la vida
sin maldad. Alguno de esos chorizos con corbata y traje azul de marca italiana,
seguro que se llevó mi bondad mezclada en esos billetes del Banco de España que
ingresaba una y otra vez en Suiza.
Y me imagino esa caja en
Suiza, en una pared metálicamente limpia, bajo una discreta y fría luz
fluorescente, repleta de cientos de cajas brillantes como espejos e iguales, solo diferenciadas con un
número, sin huellas, como los trapicheos,
y al abrirla aparece mi cuerpo, como en la Morgue, pero con los ojos
abiertos, vivito y coleando , o mejor dicho, vivito e intentando agarrar del
cuello, o cuando menos de la corbata, al propietario pirata y choricero. Y
directo a chirona, pero en las mismas condiciones que el españolito que ha
robado un bocadillo para comer, y que expía sus culpas y las de los demás.
*FOTO: DE LA RED
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