Hoy nos hemos despertado, al menos los de mi generación (finales
de los cincuenta), con una mala noticia: Don José Luis Moro ha fallecido.
La mayoría de la gente se preguntará quién era el Señor
Moro. Pues muy sencillo, todo un icono para la época, cuando esta palabra ni
siquiera se utilizaba. Quizás más de uno se reirá, si visto con los ojos de
entonces, la España de los sesenta, José Luis Moro, junto con su hermano
Santiago, o mejor dicho los Estudios Moro, eran el equivalente a Disney en
España (salvando las distancias, por supuesto), en cuestión de animación. Aunque a los españoles nunca les dio por
hacer largometrajes, ellos hacían historias cortas para publicidad, y sus “monigotes”,
ésto, por supuesto, dicho con mucho cariño, marcaron una época.
Los niños de los sesenta se fueron a la cama con la Familia Telerín. A las nueve de la
noche exactamente, salían Cleo, Tete, Maripi, Pelusín, Coletas y Cuquín
avisándonos de que “ya es hora de que los peques nos vayamos a la cama”.
Los mayores de la época se sabían la lista de jugadores
del Real Madrid, o del Athletic de Bilbao, pero los niños nos sabíamos, junto a
la lista de los Reyes Godos, que debían de ser muy importantes, los nombres de
la Familia Telerín.
En un momento anterior he dicho que los Estudios Moro
fueron nuestro Disney español, pero por la época que nos tocó vivir, también
ejercieron de lo que ahora sería la publicidad por ordenador. Todos los
anunciantes con posibles de la época, echaban la casa por la ventana para anunciar
sus productos con los monigotes de los Moro, o con lo que ahora se denominaría
animación “frame by frame” (foto a foto).
¿Qué hubiera sido de las dos primeras películas de Marisol,
las que apuntalaron su fama como “niña prodigio”, sin sus simpáticas
introducciones? O los anuncios de las maquinillas de afeitar Philips, que
vistos hoy, hace mucha gracia observar que los protagonistas del afeitado antes
de hacerlo ya lucen una piel tersa y bien limpia. ¡La inocencia de aquellos
tiempos!
También fueron, y no hay que olvidar, porque también
marcaron un antes y un después, los creadores de la careta del “Un, dos, tres”,
y del diseño de la famosa Ruperta y de la simpática, aunque más que negativa, y efímera Botilde.
Quizás, de las nuevas generaciones, ya pocos saben, y no
conviene olvidar, que la voz de la Ruperta cantando fue obra del más que versátil
Narciso Ibañez Serrador, “inventor”, director y “alma máter” del citado programa.
Hoy, aquella generación del blanco y negro, y de la única
televisión posible, nos hemos quedado aún más huérfanos.
¡Descanse en paz, Don José Luis Moro!
*DIBUJO: DE LA RED
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