Alguien dijo alguna vez: “Donde
termina el esfuerzo, comienza el fracaso.” Y en el caso de la Unión Europea y
los refugiados ya no sé si el por ahora fracaso viene motivado por la falta de
esfuerzo, o que ésta es solo una apariencia, para que creamos que el fracaso
viene motivado por ello, y así no poner en duda la “potencia” de cada uno de
los diferentes cargos, o mejor dicho la impotencia de los mismos.
Hay algunos días en que uno
se avergüenza de ser humano, y por consiguiente de tener el don de pensar. Y de
comprobar que las autoridades, a todos los niveles, mueven el culo, y lo que
hay por delante, para que no pase ni un minuto, sin ayuda a las entidades bancarias y a su
estado financiero, y por otro lado, para ayudar a los refugiados convoquen reuniones de “urgencia” a más de dos semanas vista.
El amanecer de ayer, martes,
15 de Septiembre, fue uno de los más desasosegantes de mi vida, al comprobar ya
fuera de toda duda, la banda de personas, habrá que llamarles así todavía, frías y sin
escrúpulos, que está al mando de este buque que es Europa, capaces de dilatar
una solución por una lucha de egos patrióticos. Lo de, por ejemplo, Gran
Bretaña, limpiándose las manos, porque ellos no están en el denominado "Acuerdo de
Schengen", puede ser una más de los que conducen por la izquierda, o por donde
les da la gana.
Cuando España entró en la
Unión Europea lo hizo como aquel que sabiéndose dueño de una piscina, aunque
solo fuera de una pequeña parte de ella, se tira de panza como si fuera un
nuevo rico, y con el razonamiento de que “como la piscina es mía me tiro como
me da la gana, aunque me pueda romper la crisma”.
En cambio, los británicos
siempre han sido, aunque sea para zambullirse en la piscina, o en cualquier charco,
más de meter primero un dedo del pie, y luego ya veremos. Ahora estoy en la
Unión Europea, pero no en la de todos, sino en la que a mí me conviene. Otra cosa es, y muy deprimente, que les dejen hacerlo.
Si uno se da una vuelta por
las “Españas” de la costa mediterránea, descubrirá muchas urbanizaciones que
son como pequeñas avanzadillas de Gran Bretaña allí, con sus pubs y tiendas
muy “british”. Porque, y esto no es una crítica, sino una realidad, el británico
allí donde va no se mezcla con el nativo, extiende su territorio.
En la Unión
Europea, unos cuantos países han extendido su país, para llegar sin mezclarse
con los demás. Y así estamos ahora. Con unos políticos que deben de
estar mirando de reojo a que los civiles se organicen y hagan algo (el crudo invierno, especialmente para los refugiados, se avecina), porque ellos están en
una partida de póquer, que saben cuándo comenzaron pero no cuando van a acabar,
ni cómo. Y en el fondo tienen la esperanza, y casi la seguridad, de que las ONGs
harán algo, mientras ellos se miran y vigilan para descubrir quién la tiene más
grande.
Hemos estado criando con
tanto cuidado y esmero a una camada de políticos europeos tan bien cebados, mantenidos,
y atendidos desde un punto de vista crematístico , que al final se han creído
que son diferentes a nosotros; que ellos vienen directamente de la perfección.
Y que las gotas del caro perfume con el que aderezan sus cuerpos y que, no lo
olvidemos, pagamos todos, en nosotros se transforma en simple sudor por el
esfuerzo, precisamente, de poder ganar lo que ellos nos cuestan.
En el fondo, y
visto lo visto, la pasada madrugada, llena de indecisiones y faltas de
compromiso, no deja de ser el precio de un fracaso.
*FOTO: DE LA RED
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