Indignado. Esa es la palabra
y mi sentir. No se puede pretender ser el ombligo del mundo con un Donosti, con
un San Sebastián, de postal, de marco incomparable ante el mundo, gastándose millones
para promocionarse, y en un momento que va a trascender a montones de países al
menos durante unos segundos, y gratis, en la Víspera de San Sebastíán, y
preámbulo de esa capitalidad europea, no se puede hacer peor que pitar al Himno
de Europa (Himno a la alegría), en su versión más donostiarra con tambores y el
mismísimo Orfeón Donostiarra.
Que no sabemos medir los
tiempos. Que ayer nada tenía que ver ni con la Merkel ni con esas autoridades
que viviendo a miles de kilómetros de nosotros, quieren medirnos y guiarnos en
nuestro camino a la pobreza. Ayer era una especie de ¡Hola, amigos europeos! Y,
en realidad, nos comportamos como los niños que cuando viene una visita y tras
adularnos nuestros padres diciendo todo tipo de bondades que poseemos, en lugar
de confirmarlo después con nuestro verbo fácil, simpatía irrefrenable y gran
talento innato, o comenzamos a llorar a voz en grito, o a arrojar platos a las
visitas.
Lo de ayer fue totalmente, y
con perdón, mear, mareas vivas enteras, fuera del tiesto, y como siempre, salvo
alguna contada excepción, la prensa local, y oficial, no se ha hecho eco.
En una ciudad “acostumbrada”,
porque esa es la palabra, a que las
obras, incluso las pequeñas, duren como “El Escorial”, eso cuando comienzan,
porque, como diría mi madre, “hasta poner el huevo” pueden pasar tranquilamente
diez años, más de treinta en el caso de la nueva estación de autobuses que
TODAVÍA no se ha inaugurado, nos cabreamos con “algo”, un ente, un ser
misterioso que a lo mejor no existe, porque ha formado parte de nuestro triste
folclore el pitar antes de cualquier acto oficial.
Una cosa debe de ser una
reivindicación y otra un acto de mero civismo con la Europa que en ese momento
nos estaba abriendo una ventana, y contra la que hemos tirado piedras
auditivas.
Hay que protestar todos los
días por unos comportamientos irreverentes contra el contribuyente donostiarra,
pero como se han convertido en costumbre, ya no los vemos.
Ni se puede tolerar,
T-O-L-E-R-A-R, unos precios tan abusivos en todo, incluso convertir un “menú
del día” de un restaurante, unos 13 euros, a un plato del día, por
un módico precio de 7-8 euros, en lugar de bajar los precios del primero, y no
parpadeemos.
Las tarifas de las grandes
capitales como Barcelona y Madrid, son juegos de niños en Donosti, y ni
parpadeamos por la costumbre. Estamos perdiendo las tiendas de toda la vida y
convirtiendo Donosti en capital de la franquicia, en una ciudad repetida de
otras, ante el reumatismo de la autoridad in-competente, y ni nos inmutamos. Eso sí, somos los más jatorras (majos, puros,
verdaderos…) entre mil.
Si queremos pitar y
protestar, debemos hacerlo contra nuestras autoridades que nos han acostumbrado
a no hacer prácticamente nada, sino de vez en cuando a auténticos brindis al
sol, como muy recientemente lo de TABAKALERA, que primero se hace (porque la
capital vecina ya tiene el Guggenheim y esa afrenta no se puede quedar así) y
luego ya veremos con qué lo rellenamos. La culpa nunca será de las autoridades bilbaínas
que hacen lo que pueden y más, sino de las nuestras que miran al vecino y se
lamentan, como un niño cuando quiere el juguete de otro.
En una ciudad con un
subsuelo totalmente arenoso, queremos levantar un metro, porque el vecino, otra
vez, ya tiene uno, y en realidad el nuestro no va a llegar ni a “centímetro”
porque el mapa no ayuda. Y luego, nos parece normal, que en cualquier cosa los
diversos partidos que conforman el ayuntamiento nunca se pongan de acuerdo en
nada, y eso sí, lo primero que hacen es nombrar una “comisión” a favor y otra
en contra que lo estudie, y cada vez que se oye esa palabra, COMISIÓN,
significa: tres o cuatro años más tranquilamente. Y partidos que cuando estaban
mandando opinaban una cosa, y cuando están en la oposición, otra.
A ellos, a los políticos, y
a la prensa que con su silencio les ayuda es a la que hay que pitar. Por cierto, ¿alguien ha leído muchas veces (con dos me conformo) comentarios afeando la conducta de nuestra Real Sociedad en partidos y comportamientos calamitosos la mayoría de las veces? Este vecino tampoco.
El que me siga sabrá que
el vecino del mundo puede decir muchas cosas, verdades desde su punto de
vista, que incluso puede estar equivocado, pero que las dice desde su corazón,
y sin embargo, lleva prohibido en EL DIARIO VASCO por más de dos años, por no estar
de acuerdo con un comentario que hicieron, y sin faltar a nadie, y mucho menos
a ellos, se lo hice notar y dando razones. Lo único que obtuve es su callada
por respuesta, y como el juguete, el periódico, es suyo, en la práctica mi
prohibición a publicar más textos (textos que se recogen en sus páginas pero
que a los cinco minutos desaparecerán para siempre).
Y nosotros, seguimos pitando
a donde alguien nos enseñó a pitar, mientras nos robaba la cartera y los sueños,
y todavía no nos hemos dado cuenta de ello.
Aún desde la indignación… Gora
Donosti!
*FOTO: DE LA RED
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