Por todos lados, por todos los gobiernos autonómicos, e incluso, central nos están llamando a quedarnos en casa este fin de semana, para protegernos de esa segunda ola de Coronavirus que amenaza con llevarnos a todos, y que hace ya mucho tiempo mojó hasta dejarla irreconocible, a nuestra anterior realidad. Serán días inequívocos de piscolabis y batamanta.
Es triste, pero ahora ves programas grabados con anterioridad a la pandemia, y en los que en algunos momentos, como “La voz” ayer noche, se ve el plató repleto de público, y ya tienes la sensación, como mínimo, de que se están cometiendo actos impuros: Desnudos, porque nadie lleva mascarilla. Ahora todos somos unos pecadores. Y ver una reunión de Trump y sus seguidores, días antes del Martes definitivo con muchas gorras rojas, pero muy pocas mascarillas, es la versión más porno de una orgía.
Lo comentado en el párrafo
anterior no es una crítica a favor del negacionismo, imposible, porque este vecino
del mundo no es de esos, sino el remarcar que nosotros, los de siempre, ya nunca
seremos, aunque aparezcan mil vacunas, los mismos.
Nadie es el mismo después de
una tragedia, y lo peor de todo es que en ésta la gente no se pone de acuerdo,
y todo es opinable. Y mientras lo sea, parece que no puede haber sentencia verificando
de que nuestra tragedia, la de todos, lo es.
Y seguirá habiendo jóvenes, y no tanto, que se manifiesten, como vacas sin
cencerro, pidiendo su libertad a poder salir cuándo y cómo quieran, con o sin “tapabocas”.
Personalmente, este vecino del
mundo les garantizaría su derecho a hacerlo previo firma de un contrato en el
que renunciaran a todo tipo de cuidados médicos y plaza hospitalaria en caso de
ser galardonados con un bonito coronavirus. Y además, en caso de que algún
familiar suyo también caiga bajo las garras del Covid-19, vayan donde ellos, y
les digan cara a cara de que es muy probable que ellos sean los responsables de
esa enfermedad que ellos decían que no existía.
Este vecino del mundo siempre
ha creído en el dicho “en el pecado lleva la penitencia”, y en ese otro aún más
inapelable que “quien a hierro mata a hierro muere”. Los hechos no hacen más
que repetirse y los irresponsables no quieren verlos.
Ya el peligro no está dentro de la televisión, en una película. Realmente podemos decir eso que se decía en "Poltergeist": ¡Ya están aquí! Y lo verdaderamente terrible es que son de nuestro mundo, o de lo que queda de él...
*FOTOGRAMA DE "POLTERGEIST"