Teniendo en cuenta la altura que me da la atalaya desde la que observo, muchas veces
tengo la sensación de que la vida se asemeja al juego de “La oca”,
en
el que tenemos que hacer un supuesto recorrido, pero que en realidad no elegimos nada
pues todo ya está preestablecido.
Acabamos
de cerrar el portal de Belén, y mientras nos compramos algún
trapito rebajado, ya estamos poniendo miras en otros días. Los
donostiarras ya están quitando el polvo a todo aquello necesario
para la víspera y día de San Sebastián. Otros estarán ya pensando
en celebrar las Calestolendas. Quizás
en cierta forma somos como los asnos ya que nos van enseñando una
zanahoria de cualquier tipo para que caminemos hacia delante, muchas
veces sin ser plenamente conscientes de nuestro recorrido, y
aparcando nuestros verdaderos objetivos para más adelante.
Son
muchas las veces que vamos dejando ilusiones por cumplir para más
adelante, intentando programar nuestras vidas, sin ser conscientes de
que nosotros proponemos, y el destino, o Dios para los creyentes,
dispone. Algunas
veces, una mala noticia, como la muerte de un conocido, un chico de
nuestra edad, aunque nosotros ya estemos más cerca de los sesenta
que de los cincuenta, nos hace plantearnos el plan programado de
nuestra vida, y mirándonos en el espejo de la cordura, admitimos de
que no solo los otros se van haciendo mayores, o se van para
siempre... Quizás
sea el momento de, mirando a los ojos, decir a “tu” gente lo
mucho que les quieres. Porque si en el trabajo nos gusta que no solo
nos digan lo que hacemos mal, sino que reconozcan lo bien que hacemos
nuestro trabajo, cuando lo hacemos, también es bueno abrazarnos a
nuestros seres queridos, y hablar con la piel, con las caricias, con
las miradas. La
vida nos va enseñando que al final lo verdaderamente triste es
arrepentirse de lo que no se ha hecho:
Los
labios que no besamos, la piel que no acariciamos, los sentimientos
que no confesamos...
Por
eso en esos momentos que nos sentimos fichas de un juego, hay que dar
un paso al frente, rompiendo todo tipo de barreras, incluyendo las
afectivas, y dejarse de juegos para hablar antes de callarse para
siempre como se dice en alguna ceremonia religiosa.
*FOTO: DE LA RED