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jueves, 19 de noviembre de 2020

LLEVANDO LA VOZ CANTANTE...

 

Yo ya llevo un tiempo hablando solo en casa, y por cierto ni se me caen los anillos ni reniego de ello; al contrario, muchas veces me propongo yo mismo temas de los que hablar. Eso sí, he decidido que en vista de que la Navidad se acerca, y por aquello de que a la fuerza ahorcan, me voy a obligar este año a cantarme algún villancico.

La gran duda es si me voy a asignar un villancico determinado, queda descartado de todas todas el de María Carey, por el más que evidente peligro de que se me altere la glucosa, o realmente me sorprenda con alguno de los clásicos de Bing Crosby e incluso me supere haciendo hasta los coros de las Andrews Sisters.

De todas maneras, habrá que andar con cuidado, y hablándome, como dirían los clásicos, muy quedo, porque como habrá limite de comensales, que se estima en unos cuatro, no sea que esa noche me convierta en un Carlos Latre sin licencia,  y vengan las autoridades competentes bajo la sospecha de que tengo al Orfeón Donostiarra dentro del armario.

Teniendo en cuenta lo surrealista que ha sido todo este año, lo de menos será que uno se hable, porque tal como está el patio, no se puede descartar ningún puente tendido, aunque sea con uno mismo. Esperemos que no me digan lo mismo que se decía con la autosatisfacción personal en tiempos de Franco, que te amenazaban con una ceguera permanente. Y es que ya sabréis, los que me seguís permanentemente, que este vecino no está como para perder más visión de la jugada…

Ya para terminar, esperemos, porque podía ser peor, que en cualquiera de las cenas de Navidad no me posea la voz del “cuñao” intentando demostrarme que soy un mindundi, y tenga que dejar de beber alcohol para ver si de esa manera el “cuñi” se calla. 

*FOTO: DE LA RED

sábado, 24 de diciembre de 2016

SOBREVIVIENDO A LA NOCHEBUENA, QUE NO ES POCO...


En apenas hora y media, la mayoría de las fachadas de nuestras casas irán denotando, a través de sus ventanas, primero iluminaciones variopintas, y más tarde ir y venir de siluetas, primero en actitudes serenas y luego, seguramente, siluetas entremezcladas difíciles de contar desde la distancia y, en ese momento, desde esa misma distancia, más fáciles de oír.

 Ya La Navidad es un hecho. Si sabes algún villancico, quizás es el único día en que se pueda cantar si está dedicado a la Nochebuena, por aquello de la coherencia. Y mañana, ese tan famoso, del 25 de Diciembre, fum, fum, fum.

Una sugerencia, no intentar escudriñar en la letra de la mayoría de los villancicos, porque no hay ningún mensaje encriptado, y a simple vista, u oído, tampoco. Luego seremos los que pediremos coherencia y buenos mensajes en las canciones de moda, cuando hemos mamado, así es, sin paños calientes, de canciones populares, todo lo entrañables que queramos, pero más simples que el encefalograma de cualquier Pequeño Nicolás de turno.

Además ese villancico, sea cual sea, nos servirá, es muy probable, para intentar acallar al familiar de turno que te está produciendo, primero un leve dolor de cabeza, y luego ya, sin tapujos, un ataque de nervios; ya que te pongas donde te pongas en la mesa navideña, siempre te va a tocar a ti el más pesadito

Estos últimos días, tanto en las redes sociales, como en los programas de radio, a este vecino del mundo le ha aparecido entrever una descarada campaña en contra del “cuñao”. Pero ten en cuenta, que tú también es más que probable que si ahora todavía no lo eres, en un futuro próximo serás cuñado, o cuñada. El problema quizás radica en que la familia no se elige, te viene dada. Serían los amigos, que en un argot político serían tus representantes legales para lo bueno o para lo malo, ya que son los elegidos libremente por nosotros. Y lo que es más, si quieres acercarte un poco  a tu yo, visto desde fuera, analiza a los amigos que tienes, dirán mucho de ti.

Si La Nochevieja es el momento de las estadísticas, y de los nuevos propósitos, para el año que comienza, la Nochebuena, hoy, es un día más cercano a la piel y al corazón, a los sentimientos, a los recuerdos, a tu niñez. Y a darte cuenta, como siempre, que la imagen que te venden de este día: noche entrañable nevada, y con ojos llorosos de recuerdos y sorpresas de última hora, la mayoría de las veces no concuerda con la realidad. Y especialmente, al día después en que, seamos serios, tienes un pensamiento más cercano al: He sobrevivido a la Nochebuena, a esa chuleta, que ya era la tercera,  y nunca la tenía que haber comido, y a ese familiar plasta que siempre me toca a mí.

Y quizás para la próxima cena, ya te armes de valor y vayas directamente como siempre has querido ir: Con un salvavidas al cuello, por aquello de disfruta, pero seguro. No sea que esa familia que parece tan sólida y cuerda, se convierta en un nuevo Titanic, y a ti, siempre a ti, te confundan con un componente de la orquesta, y te exijan quedarte hasta el final. Porque la lotería ni te ha tocado, ni te va a tocar, pero los malos momentos…


Por cierto, y ya para terminar, una sugerencia: Mejor si el Rey, en su próximo discurso, lo lee en tercera persona, pero disfrazado de la criada que encarnaba Gracia Morales, y diciendo: El señorito dice ...
Sonaría a más verdad, por lo menos para algunos, y sería una buena estrategia comercial, como muchas cosas en este país, para vender el producto.
FOTO: F.E. PÉREZ RUIZ-POVEDA

martes, 23 de diciembre de 2014

EL CUENTO DEL BIEN INFORMADO

Tenía el extraño hábito de estar bien informado. Lo leía absolutamente todo. Antes de cruzar un puente, por ejemplo, era capaz de leer todo tipo de letreros y señales al respecto, reflexionando después, y deglutiendo cada orden o sugerencia.
De joven incluso, le había pasado durante algún escarceo amoroso, abrir una caja de preservativos y leerse el prospecto de cabo a rabo (en este caso no va con segundas), con tanta intensidad que al ir a colocárselo según todo tipo de recomendaciones, la joven en cuestión se lo había pensado mejor, o simplemente se lo había pensado, y ya no estaba.
Él no le daba importancia a esas cosas, porque estaba convencido de que la persona que le quisiera, lo iba a hacer por lo que era, y simplemente a él le gustaba algo tan simple, aunque para muchos complejo, como es estar bien informado.
Se informaba de todo, de la luz, de la sombra, de la oscuridad, de la vida, de la muerte, del ruido, del silencio.
Leía tanto que se olvidó, como decía aquella vieja canción, de vivir; mucha teoría y nada de práctica, porque la práctica no se enseña en los libros.
Una noche, una voz en sueños, o al menos eso pensó él al despertarse, le dijo que si seguía así iba a ser uno de los más listos del cementerio. ¿Y qué hizo? Aquello había sido una especie de advertencia que en realidad debería de ser considerada como un punto y aparte en su vida.
Tras devorar varios libros sobre el futuro y el destino, un buen día tomó una determinación. Consiguió, a eso le ayudó mucho internet, las listas de todos los que estaban enterrados en el cementerio al que, más que ir, le llevarían cuando llegara lo inevitable. Se informó de cada una de las vidas de los que ya la habían perdido, y tras años de esquemas y comparativas, llegó a la conclusión de que no había nadie tan informado como él.
Ya podía contestar a aquella supuesta voz que una noche, ya lejana, creyó oír mientras dormía. No sería uno de los más listos del cementerio, sino el más listo. Sería el primero en algo. Otra cosa era vivir su propia vida y tomar las decisiones correctas. Pero, para aquello, vivir la vida, ni había un libro de instrucciones, ni tenía la confianza necesaria  con nadie para dejarse aconsejar. Y, por cierto ¿quién hubiera podido hacerlo, aconsejarle, si él siempre había sido el más informado?
Un buen día, muchos años después, cayó en la cuenta de que junto con la lectura había practicado sin darse cuenta, el juego de la soledad, y quizás ya fuera tarde para rectificar, y vivir su propia vida y no la de los demás. Pero también había leído mucho sobre “segundas oportunidades” y la famosa frase española de que  “a la oportunidad la pintan calva”. Y allí estaba él, pensando ante el espejo, bien calvo. 
Él era su propia oportunidad y su libro por escribir.
Tras la ventana de la sala, oyó las voces de unos niños cantando un villancico. Ni se había dado cuenta de que era Navidad. Y por un momento se acordó de aquel libro de Dickens en el que el protagonista  había visto su propio entierro, y no le gustó la perspectiva, aunque ya sabía seguro, que hubiera sido el más listo del cementerio.
Y abrió la puerta de su casa, y como si hubiera alguien enfrente suyo solo dijo ”hola”; hablaba con la vida a la que había ignorado hasta entonces.
Tras él, y siempre mirando al frente, cerró la puerta, como si terminara una gran etapa en su vida, con determinación, con fuerza, como no queriendo arrepentirse; mientras, dentro, se desprendieron de las estanterías unos cuantos libros que ya nunca más ordenaría.

*ILUSTRACIÓN: DE LA RED

lunes, 2 de diciembre de 2013

LLAMANDO AL NOTARIO

Y ya estamos en Diciembre. Y ni debo de comer turrón porque no debo de desgraciar más la báscula, ni he oído todavía un villancico. 
Aquí en Donosti, al contrario de nuestros vecinos bilbaínos, todavía no hemos encendido las luces por aquello de que la tradición manda encenderlas un poco más entradito el mes, aunque visto lo visto en los últimos años, prácticamente te tienes que convertir en Sherlock Holmes para detectar las luces navideñas.
Y es que nos regimos por tradiciones. Ahora hay que hacer esto y mañana lo otro. ¿Qué pasa si me lio la manta a la cabeza y salgo con una zambomba cantando a la calle?
Pues como mínimo me dirían que no soy euskaldun de pura cepa, ya que la zambomba no es vasca. En cambio, si tocara el txistu…, pues eso ya es otra cosa, haría patria.
El otro día estaba pensando en casa, que por cierto llamé al notario para que certificara que en algún momento de mi vida, he llegado hasta a pensar, y decidí que el oficio de escritor cada día está peor considerado. Antes, prácticamente ser escritor equivalía a pasar hambre, ahora es pasar vergüenza. Y es que en teoría ya cualquiera escribe un libro: David Bisbal, Belén Esteban…
Me los imagino en casa un día, sin ningún photocall que llevarse a sus espaldas, y nunca mejor dicho, y de pronto como a aquel que le da por ir a buscar setas, deciden: -Voy a escribir un libro.- Y para no tener que andar preguntando por ideas, deciden hacerlo sobre su vida.
Lo primero que se le ocurre a este vecino del mundo es que antes de que escribieran su libro, les tendrían que explicar cómo es un libro, cómo se coge con las manos, se abre, e incluso se lee, y dónde se vende.
Bueno, y ahora en serio, en realidad están creando puestos de trabajo, y me imagino que en negro, sino no se me ocurre el por qué se les llama “negros” a los que hacen ese trabajo, que en teoría, además, no existe, porque los famosos dicen que han sido ellos los escritores. Entonces el verdadero escritor del libro cuándo cobra, bajo qué concepto lo hace, y quién le paga. Aunque eso son preguntas que me imagino ni Iker Jimenez me podrá contestar. Y es que por una vez que pienso…Buenos mal que he llamado al notario, porque de lo contrario, nadie me iba a creer.

*FOTO: DE LA RED