Cada
vez que lees las noticias, en este caso en un periódico digital,
esperas titulares de hondo calado como a “estallado la paz” o “un
científico americano a encontrado el antídoto contra el paro”.
Sin embargo, la realidad te golpea en la cara con noticias, como la
de hoy:
Fallece la actriz Sylvia Kristel, que encarnó al mito erótico
Emmanuelle.
Decir
Sylvia Kristel es mencionar un icono cuando no existían los iconos.
Fue el paso de nuestra niñez en blanco y negro a la española, a
nuestra juventud con pretensiones europeas y a todo color.
Sus
películas arropadas de buena factura, lujo, preciosa fotografía en
paisajes tropicales, con música, en la primera de Pierre Bachelet, y
en la segunda de un muy famoso en su momento Francis Lai, en especial
por la banda sonora de Love Story, permiten que la gente pueda
confesar que las ha visto porque son una especie de revista de papel
couché, y el papel couché no lo utiliza cualquiera.
Hay
películas que en nuestro subconsciente han dejado un impacto que en
determinadas circunstancias siempre nos acordamos de ellas. No creo
que haya nadie que cada vez que se vaya a meter al agua en una playa
abarrotada, no se acuerde de esa escena en “Tiburón”, pues lo
mismo le ocurre a este vecino del mundo cada vez que se encuentra con
un sillón de mimbre. Esa imagen de Emmanuelle sentada en ese sillón,
que con los años recibió el nombre de su personaje, es la versión
más cercana que teníamos del cielo en los años setenta.
En
cierta manera la saga Emmanuelle contribuyó a luchar contra el
racismo, pues después apareció en nuestras pantallas “Emmanuelle
negra”, con una Laura Gemser pletórica, y convirtiendo lo
implícito en explícito.
Recordando
épocas pasadas, mediante tristes noticias como ésta, nos damos
cuenta de que todavía no existía ni internet, ni el teléfono
movil, ni videojuegos, pero la juventud de entonces tampoco se
aburría, aprendiendo a vivir de las sugerencias, y del “más allá
de lo que todavía te dejan ver”.
Con
Silvya Kristel se nos va el edén de nuestros sueños picantones, y
parte del por qué queríamos ser europeos.
¡Descanse
en paz!
*FOTO: DE LA RED