viernes, 12 de octubre de 2012

LA CARGA QUE HAY EN MÍ

 Llevo dos días en que han cambiado mis prioridades vitales. Llevo dos días en los que he comenzado un régimen, y para no intentar ningún tipo de truco de esos de donde dije digo, digo diego, he contactado con una empresa especializada que me ha diseñado un régimen personalizado. No voy a dar el nombre de la empresa porque no me pagan por ello, sino que al contrario, a la vez que presuntamente me aligerarán el estomago, lo notaré también en la cuenta corriente.
Lo gracioso del caso, por decirlo de alguna manera, es la igualdad de comportamiento de la gente que me rodea.
Desde el primer momento en que tomé la decisión de comenzar una dieta, decidí también el comentarlo a mis familiares y amigos, porque así es una especie de reconocimiento del acto en sí, y para que me sea más difícil el dar marcha atrás. Desde ese instante, prácticamente la reacción de las personas informadas del tema ha sido la misma. Todos me dicen: - Cuidado con el efecto rebote -. A lo que yo les contesto con una sonrisa beatífica que no denota la cantidad de cuchillos y bombas que les arrojo: - Para que haya efecto re-bote, primero tiene que darse el efecto “bote”, es decir adelgazar una cierta cantidad de kilos-.
Ya he comenzado a tener los primeros síntomas de que algo está cambiando en mí.
Como intento mantener mi mente distraída para no pensar en comida las veinticuatro horas del día, estoy alternando la lectura de dos libros, para no pensar en más asuntos.
Estando en esas en la cocina, de pronto mis ojos se fijaron en el frigorífico, de forma rectangular y de un frío color blanco. Pues ya no es lo que parece, sino que comenzó a contonearse y a guiñarme uno de los imanes traídos de las últimas vacaciones en la Riviera Maya. Por cierto, el contoneo del frigorífico no envidiaba en nada a la Rita Hayworth de Gilda. El problema fue que al acordarme de las tierras mejicanas, también recordé a los cenotes (una especie de cavernas con agua), que todos los turistas que se precien quieren ir a ver. Y para “cenote” el que me hubiera dado en ese instante.
Por un momento me dí cuenta de que los desiertos se pueden dar incluso en lugares donde no hay ningún grano de arena, porque yo al menos acababa de sufrir un espejismo, y estaba seguro de que solo sería el primero de una variada lista.
Como ésto va para largo, muy largo, me temo, volveré con más experiencias sobre mi no relación con la comida. Pero esta guerra, porque es una guerra a las grasas, la tengo que ganar, y no sirve para nada hacer prisioneros, porque serían una carga. Y, precisamente, se trata de eso, de quitarse un lastre que lleva mucho tiempo conmigo, pero en el que sus horas ya están contadas.

*FOTO: DE LA RED

2 comentarios:

  1. Ánimo. No estás solo. Y si por el camino pierdes alguna "batalla" y caes, no desesperes, que lo importante es ganar la guerra, que como bien dices es larga.

    Un saludo.
    JoseRa

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    1. Muchas gracias JoseRa. Ésto está claro que va a ser muy largo, y de todas maneras todo lo que sea quitar kilos..., será bueno.

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