Este fin de semana ha sido de película, pero literal además.
La Nuri y yo hemos hemos ido a ver La piel que habito, de Pedro Almodóvar.
De entrada diré que es una película dura, sin concesiones. El que vaya a ver la típica historia de personajes disparatados quizás se sienta un tanto defraudado.
Es una película diferente en el mundo de Almodóvar, pero de una factura rondando la excelencia.
Es una historia sobre las apariencias y lo que uno cree que hay detrás de las señales que emiten las personas, y lo que en realidad puedes encontrar.
Se ha rodeado de lo mejorcito de cada casa, con un Alberto Iglesias, como ya viene siendo habitual, en estado de gracia. Si cotizara en bolsa sería un valor seguro, escribiendo una bella partitura donde la cuerda tiene un lugar preponderante, acentuando la intensidad dramática de la historia.
La fotografía de José Luis Alcaine y equipo, alcanza tintes de cuadro clásico en momentos en que el personaje interpretado por Elena Anaya aparece en una moderna televisión de gran formato.
La historia en sí te va atrapando poco a poco, y cuando te das cuenta estás ante una historia de tintes truculentos, donde el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.
Antonio Banderas ha recibido un bombón de papel en el que sale triunfador. Al estar bien dirigido evita momentos de puro histrionismo al que pienso que es propenso. Sabe dar un barniz de normalidad ante posiciones de su personaje que no son nada normales.
Elena Anaya por su parte, aporta una fragilidad inherente a su figura, pero recordando al junco que ante un viento huracanado solo se dobla, nunca se rompe. Sus ojos son la ventana por donde intentaremos entrar para descifrar el enigma que domina su vida.
Antes de terminar con el capítulo de la interpretación, quiero destacar a un Roberto Alámo, con el arte suficiente para hacer de malo malísimo disfrazado de un divertido tigre, que lo único que tiene de divertido es el disfraz.
Pedro Almodóvar hace mucho tiempo que se doctoró como uno de nuestros mejores directores de cine, y si alguien dudaba de que se podía escudar detrás de unos personajes difíciles de definir y unas tramas únicas de su universo que le hacían destacar solo por ser diferente, viendo esta película queda claro que no le hacen falta excusas para poner de relieve una dirección sobria al servicio de una historia que, en este caso, se quiere mostrar sin ningún tipo de cortapisas.
Es una película, nos ocurrio tanto a La Nuri como al que suscribe estas lineas, que tiene el poder de hacer que no la olvides al salir de la sala, y de que te hagas más de un planteamiento, y eso por sí solo, ya es todo un arte. Sin embargo, con respecto al recibimiento del público, creo que esperan a que se le premie con algún otro galardón en el extranjero, para decidirse a ir a verla, y dejar a otros descubrir lo que tenemos en casa.
Por último, y puede que no le guste al director manchego lo que voy a decir, pero creo que ya hace tiempo que hay que hablar no de Almodóvar, sino de Don Pedro, creador de mundos que solo se encuentran en la pantalla, y de estrellas que brillan cuando la oscuridad inunda la sala.
*FOTO: DE LA RED
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