Siempre
se ha dicho que la cara es el espejo del alma, lo que ocurre es que
muchos intentan trucar ese espejo, más que nada para crear confusión
sobre cuándo fue realizado, es decir, para aparentar ser bastante
más joven de lo que se es.
Cada
uno puede hacer con su cuerpo, o con su vida, lo que quiera, o más
bien lo que pueda, eso está más claro que la cuenta bancaria de un
parado de larga duración, sin embargo, la persona que le observa
también podrá sacar sus propias conclusiones.
Nunca
he hablado en estas líneas de mi vecino donostiarra José Martinez,
más conocido entre nosotros por “El americano”, y
consecuentemente habiendo americanizado su nombre a un más que
distinguido Josh Mc Tinez.
Su
nueva identidad, no se la otorgamos en su día, ni por su cuenta
corriente, ni por sus frecuentes viajes, sino por su manera, muy
personal, de entender la moda, y como ésta va reñida sin ningún
tipo de excepción, con la del resto del vecindario, y este vecino
del mundo añadiría aún más radicalmente, con todo aquel que tenga
un poco de criterio sobre el vestir o la manera de prepararse, se le
bautizo como “El americano” por suponerse a aquellas tierras como
el lugar donde todo puede ocurrir, e incluso vestirse, y que más de
una vez se han visto imágenes, especialmente en las películas, de
presentadores de informativos con chaqueta verde, camisa roja, y una
impagable corbata rosa.
Como
se diría antiguamente, el guardarropa de Mr. Mc Tinez, siendo
benevolentes, es de una amplísima paleta de colores, donde se
combinan colores fríos y calientes, sin ningún tipo de norma, solo
la apetencia del momento.
Más
de una de mis lectoras, especialmente ellas, se preguntarán lo que
opina su mujer del tema. Ella no opina, al menos en público, ni
tampoco es “sospechosa” de ser la inspiradora de sus elecciones,
ya que su manera de vestir es la antítesis de la de su marido,
siempre tan “correcta” y clásica, y sin intentar sacar partido a
su percha que la tiene, pese a que los dos ya están
entraditos en los cincuenta.
Las
malas lenguas murmuran que la americana, no la prenda,
sino la mujer del americano, está loquita por sus
huesos, y en realidad le induce a vestir así, para evitar malas
tentaciones de las demás mujeres, “pécoras” les llamaría ella.
Personalmente este vecino nunca ha pensado que esta teoría tenga
ningún viso de ser cierta.
De
todas maneras, lo que más chirría del “look” del, sin embargo,
querido Josh, es su pelo negro como el carbón, a todas luces fruto
del tinte. Este vecino siempre ha pensado que la naturaleza es sabia,
y que hay que dejarle a ella, en múltiples ocasiones, manejar
nuestros destinos, y que no hay nada más elegante que unas buenas
canas en las sienes.
Nunca
ha podido estar este vecino más de acuerdo con un eslogan
publicitario, que “el de la arruga es bella” de la compañía de
Adolfo Dominguez. Además, alguien dijo alguna vez, que las
arrugas son medallas que nos pone el tiempo, y sin embargo Josh
pasa su tiempo en intentar quitarselas, sus medallas y sus
arrugas.
Cada
vez que en un día de fuerte sol, le veo ese pelo, que más de un
aficionado taurino, denominaría como “negro zaino”, me acuerdo
de la película, estéticamente perfecta, “Muerte en Venecia”, de Visconti, cuando al
protagonista, gran sufridor por otra parte, del paso de los años, se
le empieza a correr el tinte del pelo por la cara, y lo desgarrador
del momento.
Afortunadamente,
ni Donosti es Venecia, ni Josh sufre por el amor de ningún
jovencito, como en la citada película. Además, qué será de
nuestras vidas, cuando no deseemos que llegue el nuevo día para ser, como siempre, sorprendidos por nuestro marcador de tendencias
particular.
*FOTO: FOTOGRAMA DE "MUERTE EN VENECIA"
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