“Kamikaze” es la primera película como director de Alex
Pina, un hombre bregado en mil guiones para televisión, como “El barco”, “Los
hombres de Paco”, “Los Serrano”, y productor también. Es compañero habitual en
trabajos de la factoría de Daniel Écija (Globomedia).
En esta película, haciendo honor al título de la misma,
el Señor Pina se la juega con una historia mezcla de mil géneros. En realidad,
el secreto para pasárselo bien en ella, es pensar que estás montado en un
automóvil de alta gama, sin cambios, y él solo te va llevando por todo tipo de
situaciones, acción, amor, suspense, costumbrismo. Película de una factura impecable.
Para sí la quisieran muchas películas americanas.
Slatan, el protagonista, nacido en Karadjistan, tiene que
hacer explotar una bomba en un avión repleto de pasajeros durante el trayecto
Moscú - Madrid. Sin embargo, una tormenta de nieve suspende el vuelo, y los
pasajeros, y todos nosotros, seremos alojados en un hotel alejado de la
civilización, en plena montaña, hasta que se pueda reanudar el viaje. La
convivencia del terrorista durante varios días con sus, en
teoría previsibles víctimas, le harán vivir mil situaciones muy alejadas de su
vida habitual, y conocer otro tipo de sentimientos alejados del odio.
El reparto es impecable. Aunque casi se podría calificar
a esta aventura cinematográfica como “película coral”, destaca un Alex García,
que está que se sale, en la piel de un impresionante terrorista, haciéndonos
olvidar su origen tinerfeño, con mil frases en ruso. Eduardo Blanco, argentino
de pura cepa, como un desternillante y sentimental representante de zapatos de
mujer, deja entrever su bregada carrera como actor teatral. Y comparte muchas
escenas con Doña Carmen Machi, que una vez más deja huella con la maestría de
su actuación. Del largo y variopinto elenco, no hay que olvidar tampoco a un
Héctor Alterio en una clase magistral de humanidad. Este vecino deja para el final, para cerrar
con un broche de oro, a Verónica Echegui que llena la pantalla con su sola
presencia, repleta de candidez y sexualidad a un mismo tiempo. Sus personajes
son siempre, opinión muy personal, más creíbles por su falta de dicción. Y el
que no esté de acuerdo que vea las películas de Marlon Brando en su muy
peculiar inglés, y que le ayudó a hacer más personales sus trabajos. Si el cine
americano no la ha descubierto todavía, es que son miopes.
Película que, y este vecino está seguro de ello, como el buen vino,
mejorará en el "ranking de películas más vistas" con el tiempo, porque en este momento el público solo se fija en “Ocho
apellidos vascos”. Si el boca a boca es justo, que normalmente lo es, en cuestión de unas
semanas llenará las salas, porque se lo merece, y mucho.
*FOTO: DE LA RED
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