Antes de nada, y como este vecino no quiere, ni creo que
pueda, engañar a nadie, voy a advertir que lo siguiente no va a ser
políticamente correcto. Por lo que los propensos a rasgarse las vestiduras, es
mejor que se abstengan, por lo menos se ahorraran gastos de vestuario nuevo.
Como ya lo aconsejaba en días pasados, llevo varias horas
vestido de Nazareno, y ésto es una bicoca. En realidad es una manera de
invisibilidad, y te invitan en todos los sitios. ¡Vamos! Como si fueras un
político pero sin pasar por las urnas.
Lo único engorroso es que en la “cofradía” en la que me
he “agregado”, cada cierto tiempo nos tenemos que fustigar, pero en un descuido
he manchado el látigo con tomate, de ese de freír, y por ahora está dando el
pego. La única “pega”, y nunca mejor dicho, es que después de varias horas, ya
me está entrando hambre, y de vez en cuando le doy lengüetazos al látigo, la
verdad es que cada vez con más frecuencia, y la persona que está a mi lado, de
la que no hace falta recordar que solo veo sus ojos, seguro que me está mirando
cada vez más convencido de que los vampiros existen.
De todas las maneras, y con la experiencia que estoy
viviendo, una procesión, en sí mismo, es una metáfora de la vida.
Ves poco, porque con los agujeros en la tela, tu mirada es limitada, como la
vida misma, y si eres religioso y animal político, peor todavía, porque entre
las arengas que recibes por las dos partes, percibes el mundo por lo que te cuentan,
en lugar de por lo que ves. ¡Vamos! Como en la procesión, que ya le tengo al de
adelante “mártir” de tantos pisotones. ¡Y nunca mejor dicho!, otra vez.
Siguiendo con la comparación entre una procesión y la
vida misma, lo de fustigarse, es obvio. Porque parte de los motivos de que la vida nos vaya como nos va, es
precisamente por nosotros mismos, que nos fustigamos con todo tipo de prejuicio
y de infinitos “qué dirán”.
Por otra parte, tanto las procesiones como la vida,
siempre la encabezan los mismos, y los demás vamos como borregos. Pero
seguimos, porque nos es más fácil continuar en el rebaño que hacernos un camino
por nosotros mismos. Eso sí, amparados en el anonimato que produce “la masa” somos
capaces de hacer mil tropelías, porque luego con unos azotes tanto en el
trasero, como en el alma, si no olvidado, al menos está todo reparado.
¡Lo dicho! Es probable que estos días los pase
empalmando una procesión con otra. Es más fácil, y más barato.
*FOTO: DE LA RED
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