Atrás han quedado las estampas veraniegas, el chiringuito
en el que te clavaban cada día pero volvías al día siguiente, los pueblos en
fiestas por Sanporquesí. Nosotros, que somos guiados en cada momento por los
usos y costumbres impuestos, sabemos que esta noche acababa oficialmente el
verano, y nos hemos acostado con cara de verano y levantado con cruz de otoño.
A este vecino personalmente le gusta el otoño y su
escenificación, esos colores rojizos y azul verdosos. Los paseos cerca del mar y
con banda sonora de olas rompientes. Esas cazadoras con el cuello levantado
para evitar catarros. Porque no sé si os habréis fijado, pero el catarro siempre
viene a destiempo, para esa cena que tenías con los que fueron tus amigos del
trabajo, y que siguen siendo amigos, pero del trabajo nunca más se supo; para
esos planes que habías hecho de ir al monte, a recordar escenas juveniles, pero
que en realidad ya no te ves subiendo cuestas, porque bastante tienes con la de
la vida.
Sin embargo, como decía, para la mayoría de la gente el
otoño es una cruz. Y es que para el
imaginario social el otoño ya es la vejez, el final de nuestras vidas, con esas
hojas que caen al suelo, como las hojas del calendario vital. Y quizás en sí
mismo es una metáfora de la vida, porque por motivos de juventud y de falta de
experiencia, a la vida nos “tiramos” sin mirar el fondo, como esas escenas
juveniles en los ríos de montaña, en los que no tienes en cuenta esa roca
oculta que puede estar en el fondo. Y a medida que nos vamos haciendo mayores,
sabemos que las corrientes del viento de la vida son traicioneras, y
que una cazadora con el cuello abierto siempre viene bien.
Otoño, ya lo es desde hace días en “El Corte Inglés”, el rey ha muerto, ¡Viva el Rey! En realidad, esos anuncios de siempre,
tan cuidados, de fotografía tan perfecta, son un auténtico despropósito porque
no tienen nada que ver con el común de los mortales y en lugar de ser un acicate
(como supongo que es la verdadera intención de los anuncios en cuestión) para
mejorar, son una especie de utopía, de lo que nunca vas a ser. Porque tus diferencias con la modelo, o el
modelo en cuestión, no es problema de dinero y gusto, sino simple y llanamente
mera cuestión de genética. Ni eres así, ni nunca vas a serlo. Pero en el fondo,
piénsalo, es mucho mejor. Ni tienes que estar a la última, ni siempre
sonriendo. Porque seguro que nunca os lo habéis preguntado pero…¿de qué se ríe
una/un modelo mientras desfila? ¿De lo bien que le parió su madre? ¿Está
encantado/a de haberse conocido? ¿Se ríe de los que miran porque nunca serán
iguales por mucho que compren o se maquillen?
Sin embargo para este vecino, y volvemos al otoño, estos
días le gustan porque es una vuelta al hogar, a la familia. Parece que ya has
dejado de “pingonear” ante la cada vez más evidente ausencia de luz, y es como
una vuelta a tus orígenes.
El otoño, con esa melancolía atávica, es la cara B del LP
de nuestra vida. Esas canciones, vivencias, relaciones, que realmente son para
nosotros. No son comerciales, pero son el sustento de nuestra vida, el
esqueleto de nuestro todo.
Quizás, y bien visto, el otoño es como esa figura del cancionero español, "La Parrala", el otoño sí, el otoño no, pero nunca indiferente.
*FOTO: DE LA RED
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