La mayoría de los lectores
de este blog ya saben para ahora, que este vecino del mundo está pasando unos
cuantos días, sin especificar duración, porque ni él mismo lo sabe, en Torrevieja. Y está aprovechando para atizarse, así sin anestesia, largos paseos a la orilla
del Mediterráneo, en los que pensamientos de todo tipo más de una vez comienzan acompañando
y pueden terminar, algunas veces, hasta amenazándole.
Junto a una especie de gran
terraza/plazoleta y frente a ese mar, más mayestático que grandioso, hay una
residencia para la tercera edad. Ya conocía el lugar de otros veranos en los
que al pasear veía a los viejillos, dicho siempre con mucha ternura, sentados a
la sombra mirando hacia el horizonte, intentando encontrar su pasado, en una
especie de irónico contrasentido.
Lo que ocurre es que muchas
veces la misma escena al variar, por ejemplo, la intensidad de luz, como si de un
espectáculo se tratara, puede variar el significado de lo que sugiere. Y de los tres primeros días que este vecino
ha pasado junto a ese lugar, y ya prácticamente entre dos luces, en dos de ellos se ha
encontrado una ambulancia en la que el chófer estaba terminando de instalar la
camilla en la que iba uno de los veteranos residentes.
Lo que verdaderamente
impactó a este paseante fue, por un lado, la aparente rutina del chófer en sus
movimientos, en parte comprensible, y la
soledad de la escena. En ninguno de los días había nadie despidiendo al
presunto enfermo. A todo esto hay que añadir la tendencia de este vecino del
mundo a sacar punta al momento, ya es algo instintivo, y del que muchas veces
él mismo se increpa por el resultado, casi siempre tendente al humor negro. Y en las dos veces, por un momento, sobre
el vehículo amarillo en el que se podía leer “ambulancia”, este vecino vio,
porque así fue, el nombre de una famosa empresa internacional de paquetería.
La imagen, accidentalmente provocada,
hubiera dado para todo un editorial en un periódico. Las ganas de vivir más, la
tendencia de la ciencia a alargar la vida aunque quizás ya no nos encontremos
en nuestro mejor momento. La rapidez, la inmediatez con que se vive todo en
estos días, en contraste con la lentitud y fragilidad de los días postreros. El
cariño, las miradas, las caricias, los pequeños detalles, frente al ya, al
momento, y al mañana recapacitaré.
Muchas veces
olvidamos, que aunque nosotros nos coloquemos frente a la belleza, del mar en este caso, ésta nunca será contagiosa, sino que en todo caso puede actuar
como cruel delator de mil excusas.
*FOTO: DE LA RED
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