Uno nunca se ha creído
Gandhi, ni la Madre Teresa de Calcuta por razones obvias, pero tampoco un
francotirador ni alguien sediento de sangre. Sin embargo, lo de poner la otra mejilla significa, al menos para este vecino del mundo, que ya te han pegado en la primera,
y como también existe el dicho “no hay
dos sin tres”, mejor no dar esperanzas de encajar para que el otro no se
envicie. Por eso, conviene estar siempre alerta para evitar que cualquiera se
salga de su tiesto y quiera invadir el tuyo.
Esta mañana, el vecino venía
de hacer unas compras, no demasiadas, pero con las dos manos ocupadas con
bolsas. En la calle en la que me encontraba, ya lejana al centro o meollo del
pueblo, muy poca gente, y al parecer menos personas, ya que con el que me he
cruzado, un hombre más cercano al Imserso que al acné juvenil, no me conocía de
nada, pero debía de estar aburrido, y por lo que se ve, con mucho tiempo libre,
porque con un aire socarrón me ha dicho en un tono más bien operístico para que
se le oyera a varios metros: - Usted no tiene un pelo de tonto, ni de listo.
Los que conocen a este vecino del mundo, saben que es calvo, y el poco pelo que tiene se lo afeita, al
estilo Yul Brynner, pero sin aire asiático y más entradito en carnes.
Al mirarle me he dado cuenta
inmediatamente, de que pese a sus años, el color de su pelo, de llevarlo un toro de lidia, hubiera sido descrito como
de “negro
zaíno”, por lo que invitaba más a preguntarle la marca del tinte que a
elogiarle por su cabello.
En un tono mitad condescendiente
y defensivo le he dicho: -Por cierto, y ya que se mete con mi pelo,
o mejor con su ausencia, alguien que le quisiera le debería haber aconsejado
que un tinte demasiado oscuro, en un hombre, envejece más que rejuvenece. Fíjese
en el propio José Ortega Cano, que mientras estaba en la cárcel las canas le
favorecían, y ahora con el pelo negro, pareciera que le han sacado de la cárcel
por estar enfermo. La mayoría de las veces, las arrugas, lo mismo que las canas, son medallas que concede el paso del tiempo.
Negando la mayor, y mientras
se escrutaba en el cristal de un escaparate, él esta vez con cara de cabreo
mayúsculo me dice: -En cambio usted, por su barbilla se nota que tiene muchas canas.
Ya puestos –le
he contestado- y como parece que estamos cantando la canción de “Vamos a contar
mentiras”, le diré que yo en realidad, aunque me afeito al cero, tengo todo el
pelo, y negro, negro, lo que ocurre es que en la barbilla me lo tiño, por la
misma teoría que le he contado de que las canas sientan bien, y así me sale más
barato el gasto de tinte que a usted.
El portador del negro zaino,
al parecer, ya no sabía si iba o venía, si le estaba hablando en serio, o me
estaba riendo de él, y mirando el reloj de su muñeca me ha dicho: -Tengo
mucha prisa-, mientras como se suele decir, tomaba las de Villadiego.
Otra persona de las que ven
la paja en el ojo ajeno pero no ven la
viga en el propio, y a la que sin duda este vecino del mundo no volverá a ver,
de eso no le cabe la menor duda, la misma de que se teñía el pelo, con muy mal
gusto por cierto.
*FOTO: DE LA RED
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