Con la cantidad de síndromes
que existen, y que nos vamos enterando con cuentagotas, este vecino está
convencido que tiene que existir el
síndrome de la manzana caramelizada, y que tanto le atañe.
La famosa “manzana
caramelizada”, una simple manzana disfrazada de una especie de capa, al más
puro estilo “caperucita roja”, y que formaba parte de todas las ferias que
visitó, o le obligaron a visitar, cuando era niño. ¡Pues bien! Aclaremos el
tema, este vecino es uno de los que nunca ha comido una manzana caramelizada.
Primero, porque me decían, cada vez que la pedía, que eso era para más mayores,
y luego que era para niños. Y así pasó la famosa manzanita por mi vida, y así
pasan muchas cosas por nuestras vidas, poniendo, nosotros, u otros allegados,
todo tipo de excusas para no catar o ser catados, iba a decir en “la
viña del Señor”, pero en este caso será en “el manzanal del Señor”.
Primero son los padres que
te ponen, más que manzanas caramelizadas, zanahorias delante de ti para que
hagas lo que ellos quieren, o que no lo
hagas; y luego ya van siendo, a lo largo de tu vida, todos los que te van
rodeando. Esa chica que te vuelve loco, y lo sabe, y que quiere que comulgues
con ruedas de molino, o con el molino entero,
a cambio de que en un futuro, y como dirían los clásicos, te dé su
honra. Ese banco que te promete el oro y el moro si vas ingresando el fruto de
tu sudor, el dinero, y no el sudor mismo, y que luego siempre hay una letra pequeña, que
complica que te comas la manzana caramelizada en debidas condiciones.
Siempre en vacaciones en
Torrevieja visitamos algún día las ferias, las que están junto al puerto, y siempre se me van los ojos a esa
manzana, que he llegado a pensar que siempre es la misma, y que ya, ahora, solo
por fastidiar, nunca comeré. Por dos razones: porque no quiero, y porque no me
da la gana. Además soy de la opinión de que cada cosa a su tiempo, y ahora me
importarían, y de hecho me importan otras cosas más, y no necesariamente “cosas”
materiales. Un abrazo, una sonrisa, e incluso un poco de comprensión, se me
hacen ahora no necesarias sino imprescindibles.
Quien más quien menos cuando
está en casa se pone cómodo, bien sea en zapatillas y pijama, por ejemplo. Pues
ya que estás en esta vida, y sin pedirnos opinión, que el tránsito sea lo más
cómodo posible para todos. Debería haber un cartel en todos lados que advirtiera “Prohibido
cuchillos y dobles intenciones”.
*FOTO: DE LA RED
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