Hace
unos momentos estaba practicando el rico deporte del zapping
televisivo cuando he visto que en la cadena alegre había comenzado
ya el programa de las bodas, que, por cierto, comentario aparte
merecería la novia de hoy, por la patente diferencia que había
entre el aspecto de la misma y su comportamiento, una mujer hecha y
derecha con ademanes de niña pequeña.
Solo
he visto unas pocas imágenes pero daba la sensación de que era una
especia de parque temático del amor en su vertiente cursi, con una
novia vestida de Marilyn Monroe y el novio de Elvis Presley, aunque
solo era para desfilar hasta el lugar de la ceremonia, y allí se
preparaban con el traje formal.
Cuando
ya he visto que mi válvula detectora de “vergüenza ajena”
marcaba el máximo, y había peligro de explosión, he apagado el
televisor, y he comenzado una especie de introspección, de un viaje
al pasado, que me ha llevado a mis ocho años. Triunfaba en la
única cadena de televisión el programa “Reina por un día”, los
domingos sobre las cuatro de la tarde, en el que a una mujer, elegida
entre las muchas solicitudes que recibía el programa, se le sentaba
en un trono, con corona incluida, y se le agasajaba con todo tipo de
regalos para la casa.
Ahora
seguramente cualquier mujer le tiraría al presentador los
electrodomésticos a la cabeza, diciendo que eso no era un regalo
para ella, en todo caso para los dos.
Ni
que decir tiene que la boda es solo por lo civil, con lo que en plena
legislatura de la derecha, derecha, y más derecha que nunca, es un
auténtico despropósito dejar atrás a la Iglesia.
Lo
mismo que piensan legislar contra los “escraches”, en cualquier
momento, y como ya han cogido carrerilla las mentes pensantes del
gobierno, prohíben que las bodas civiles se acerquen a menos de
trescientos metros de un estudio de televisión.
El
programa en sí es un síntoma de lo mal que está la economía en
España cuando ponen como “el no va más” el regalo de una
ceremonia nupcial. Hemos pasado del apartamento en Torrevieja, del
célebre “Un, dos, tres”, al pago de una boda, que aunque sea de
ensueño, no hay color. Y es que, en el fondo parece, que ni unos
estudios de televisión podrían hacerse cargo de una hipoteca. Y eso
sí que es un problema.
*FOTO: DE LA RED