lunes, 22 de abril de 2013

TAN CARO COMO UN TSUNAMI


Se suele decir que no hay mal que por bien no venga, y eso he pensado cuando a las once de la mañana de hoy, un lunes normal y corriente, he ido al gimnasio y estaba el recinto, como en los grandes días de toros, hasta la bandera. No, no había ningún congreso de jubilados, con lo cual he llegado a la conclusión, de que muchos de ellos eran, por las edades, entre treinta y cincuenta años la gran mayoría, gente en paro. En el argot militar se describiría como daños colaterales de la política actual.
Para aclarar las cosas, el gimnasio al que me refiero es municipal, no de esos privados en los que hacer ejercicio te sale por un riñón, y la persona que está delante tuyo huele a sudor rancio, y no a Chanel 5.
Y es que muchas personas hemos llegado al mismo razonamiento:
El gobierno está recortando de todo, en especial la libertad de expresión, y eso que no cuesta nada en teoría. Como la sociedad está viendo las “barbas de su vecino pelar”, y lo que se va sabiendo sobre la sanidad española, poco a poco va dejando mucho que desear, y no por el comportamiento de los técnicos sanitarios, sino porque cada vez se lo ponen todo más difícil, como consecuencia de todo ello, esa misma sociedad está prestando más atención a su salud, y entre otras cosas al control del peso, que dicho sea de paso, matas dos pájaros de un tiro, porque intentas comer menos, y además ahorras en los gastos del supermercado, ya que de ir al cine, ni hablamos. Ver una película como tiene que ser, en una sala de cine, se ha puesto tan caro, que una de las últimas veces que fui, en concreto a ver “Lo imposible”, le pregunté al de la taquilla, después de que me dijera el precio para dos personas, a ver si era porque después de cada proyección y como consecuencia del tsunami, tenían que recomponer la sala. La verdad es que no le hizo ni gracia, como a mí tampoco el precio, pero si él me mete el dedo en el ojo, yo lo hago también.
Ya se que mucha gente al leer ésto me dirá que él no era el dueño del cine. Yo tampoco soy el dueño de mi vida, porque antes están los bancos y el gobierno, y encima me cuesta dinero.
Espero que este tipo de protesta, la de índole personal, se pueda seguir haciendo, y no tenga que estar a trescientos metros de todo, porque en ese caso si no me va a ver nadie para qué protestar. Lo mismo que decía Luis Miguel Dominguín después de haberse acostado con La Gardner, que lo mejor era el poder contárselo a sus amigos.

*FOTO: DE LA RED

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