Hace
unos días se han sabido los Premios Nobel de este año, y entre
ellos el celebérrimo Nobel de la paz. Sin embargo, hay un invento
que ha hecho mucho por la paz en el mundo y del que nunca se
acordarán de darle el citado premio.
Muchas
veces me gusta fijarme en los pequeños inventos, y más que en ellos
en cómo una persona puede llevar a plantearse modificar mediante un
nuevo detalle, pequeños o grandes hábitos.
No
estoy hablando ni de la bombilla, ni de la rueda, pero sí de por
ejemplo una gran costumbre, la de hacer cola ante cualquier evento.
¿A quién se le pudo ocurrir la maquinita que en las carnicerías,
por ejemplo, te dispensa tu número?, y que luego rememorando a la
lotería de navidad, y a los niños de San Ildefonso, todos estamos
esperando a que canten el nuestro.
Como
en toda familia, hay diseños pobres y diseños ricos, ovejas blancas
y oveja negra. La oveja negra en este mundo de hacer colas, puede ser
la máquinita roja que se pone en los puestos del mercado, muchas
veces parece camuflarse entre los chorizos, y tú que ya llevas más
de diez minutos, te das cuenta de que acaba de llegar una señora y
que ha cogido el número que ignorabas que había que coger, y por el
ademán que ha hecho al guardarlo en el bolso, es más fácil que te
entregue su flor, que te entregue su honor, a plantearle que estabas
antes pero que no sabías....
Como
en todo, los diseños que se precien, dependen especialmente del
dinero que estés dispuesto a pagar, y en eso como en todo, los de la
banca se llevan el premio.
Primero,
al llegar a la sucursal, y en un reconocimiento rápido para que al
siguiente cliente no le dé tiempo a adelantarte, tienes que ver cuál
es el procedimiento a seguir, y te das cuenta que al lado de la
señora que se está quejando de sus múltiples achaques, hay una
máquina haciendo juego con los cajeros para expedir tu número, y
que luego ya solo toca esperar a que en el tablón eléctrico salga
tu bingo.
Condición
sin equa non
en
toda espera, en la caja de ahorros especialmente, es que eres el
primero en quedarte de pie porque todos los asientos ya se han
ocupado, y los que están sentados, tienen cara de estar
profundamente afectados por ese cansancio que es inherente a toda
espera que se precie. Hay concretamente un señor mayor que parece
que se está desvaneciendo, pero en cuanto aparece su número en
pantalla, se levanta velozmente y con más ritmo que un Fred Astaire
a la española, se acerca a su ventanilla correspondiente.
El
invento del expedidor de números para la cola, es un auténtico
logro para la paz mundial, pues se ha acabado con los listos que
intentaban colarse y con el pesado que siempre te tocaba delante, y
que sabías que no importara la cola que escogieses ibas a tener la
desgracia de colocarte detrás del que lleva todas las facturas de
su oficina y tiene para todo el día, mientras habla con el de la
ventanilla de los últimos cotilleos acaecidos desde el día
anterior, y que parece que no, pero veinticuatro horas dan para
muchos embarazos y muchos cuernos.
Desde
esta ventana nuestro reconocimiento a tan importante y sin embargo
humilde aportación a la paz de cada día.
* FOTO: DE LA RED