No
voy a ser muy original al decir que la vida es un camino que hay que
pasar. El fallo quizás es que muchas veces solo caminamos por la
vida, pensando en llegar a la siguiente curva, o recodo del camino, en el menor tiempo posible.
Sin
embargo, cometemos un gran error, y es el de la filosofía en sí que
tiene que mover a todo turista, y es el de disfrutar del viaje por
el viaje mismo.
Estaba
viendo ayer un programa, en "la cuatro", otro nuevo reallity, en
el que un grupo de jóvenes, no muy atléticos ni preparados, iban
a ser acribillados a diferentes pruebas, cada cual más impactante. Y
durante la primera de ellas, en el fondo de un "cenote", cueva
subterránea inundada de agua, en México, solo una persona, de los diez concursantes, fue capaz de fijarse en el paisaje y de explicar lo
bonito que era el panorama que les rodeaba.
En
realidad la vida misma, como un todo, no tenga sentido, sino
analizamos cada uno de los momentos que la componen, y eligiendo para
cada una de las etapas, pudiéramos decirlo así, a los mejores
acompañantes posibles.
No
hay que olvidar, y muchas veces lo hacemos, en enfatizar la
importancia de la persona que te acompaña en cada momento de la
vida, y que normalmente no sabemos de la duración de la misma hasta
que termina.
En
esos momentos, hay que ser muy hombre, o mujer, para pararse un
momento, y mirar al compañero, que se va o que se queda atrás, y
decirle que fue muy bonito mientras duró, y muchas veces, pedir
perdón si la posible culpa fuera de uno mismo.
Además
en España no existe mucha experiencia en lo de pedir disculpas, y el
de atribuirse el título de “metedor de pata honoris causa”,
porque eso nunca forma parte de una estrategia, sino que es algo que sobreviene, y mientras intentas esquivar el hecho de que el
color rojo y grana se instale en tus mejillas, como si fueras un
aprendiz de torero, por otro lado tu cerebro trabaja como nunca antes
lo había hecho, en la búsqueda de una coartada para buscar el “tú
no has sido aunque lo parezca”.
Más
de una vez en ese camino de la vida, convendría pedir perdón al
respetable, como si fueras un buen torero en una mala tarde, y decir
eso de: -Qué arte he tenido para hacerlo todo tan mal, y sin
quererlo ni haberlo preparado-. Y quizás en ese momento, con el
derecho que te da, todo lo que suena a sincero y verdadero, veas en
los ojos de la otra persona, que aunque no diga nada, ya te ha
perdonado.
Y es que el perdón es solo digno del hombre y de la
mujer, ningún otro animal, y eso que muchas veces nosotros somos más
animales que cualquier animal salvaje, puede ofrecer el poder del
perdón, algo tan simple y profundo.
*CUADRO: "TRAS EL CAMINO" ("Oleo pintado por Patxipe)