Todos hemos visto
esas encuestas televisivas en el que el tribulete de turno, dotado de un
micrófono y una cámara hace preguntas en la calle, y como, al momento, se
arremolina la gente, y empiezan a hacer mil gestos para atraer la atención del
televidente.
Lo que le ocurre a
Doña Esperanza Aguirre es lo mismo que lo anteriormente narrado. Si Nacho Vidal
cada vez que ve una videocámara se empieza a despelotar, lo de Doña Espe es de
juzgado de guardia, comienza a despotricar contra todo lo que se mueve, y ahora
lo que se mueve, o le mueven sus votantes, es “Podemos”.
Doña Espe, da el
perfil de la tía que muchos han tenido, de posibles, que ya tiene su vida
resuelta, y que "piensa" que está de vuelta de todo, y que cree que
tiene razón porque tiene dinero. Y que junto con sus varios pisos, como
patrimonio terrenal, también tiene un apartamento celestial con las mejores
vistas al más allá, apalabrado con el Cardenal de Nosequé como intercambio de
prebendas.
Si Doña Espe se
comportó como lo hizo delante de los policías municipales madrileños, qué no
hará delante de un melenudo, que por el mero hecho de "llevar esas fachas"
tiene que estar confundido, ya desde su bautizo, si lo fue, con nombre de
sociata y rojo.
Ahora Doña Espe se
auto-erige en la Santa Inquisición y reta a Pablo Iglesias a donar, a las víctimas de
ETA, lo sobrante de los trece mil euros conseguidos en pocas horas de petición
como ayuda de la demanda que tiene previsto interponer contra ella y contra el
periodista de El Mundo Eduardo Inda, diseñadores de pro de todo tipo de
jardines hispanos.
Lo que es evidente
detrás de todo esa cohetería de artificio, el miedo que tienen los políticos,
tanto de derechas como de izquierdas, ante las alternativas que se están
creando en el movimiento social actual, y que hacen que "el pastel" a
repartir del político de turno, sea, cuando menos, en más porciones.
Detrás de esa
seguridad aparente, de Doña Espe, se encuentra el síndrome de la princesa
destronada, aquella Princesa Pachuchita, que los niños guipuzcoanos veíamos en
el guiñol de “Colorín”, que se colaba en todas las fiestas patronales desde los
cincuenta hasta los ochenta.
Lo que ocurre es que
los retos de Doña Espe, son retos con ventaja, porque sabe que con su edad, está a cinco minutos de
todo, y de nada, y que una persona joven no se debe de inmiscuir en “las cosas de una
persona de cierta edad”, porque sería feo por aquello de la buena educación,
que sin duda la hay aunque se sea de izquierdas o de derechas.
Sin duda, la
situación de Doña Espe, es la de cualquiera de los personajes de la Bette
Davis, de la última época, en el que cualquier tiempo pasado fue mejor.
*FOTO: DE LA RED