Puede que este vecino esté confundido, pero al olfato le
da que en las nuevas generaciones se va perdiendo eso tan nuestro como es el
refrán. Un compendio de experiencias ya vividas por el
pueblo, encerradas en una frase, que al recapacitar sobre ella te puede servir de
guía sobre alguna experiencia parecida, muchos refranes se van aprendiendo en
las diferentes fases de la vida, por lo que nunca es tarde para ello.
El
refrán es a la palabra lo que la fotografía a la imagen,
porque un buen refrán siempre te ahorra mil consejos, y además indica que ya
antes a alguien le había pasado lo mismo, y estaba en la misma situación.
Aunque también se diga eso de “Hombre refranero, maricón y pilonero”,
lo cual indica que también hay mucha envidia, por lo que es mejor quedarse con
la versión modosita que es “Hombre refranero, medido y certero”.
En realidad el refrán es como el “starlux”, que al mezclarlo
con la vida diaria coge su verdadero sabor.
Siempre se puede dar consejos a alguien, pero la otra
persona puede poner en duda o tu bondad o tu juicio, en una palabra, tu
imparcialidad, sin embargo si aparte del consejo, lo apoyas con un refrán que
refrende lo dicho, parece que lo expuesto coge mayor fuerza. Por ejemplo, en el
caso de que te dijeran lo ya mencionado de …maricón
y pilonero, siempre puedes responder eso de “Consejo es de sabios perdonar
injurias y olvidar agravios” o el muy conocido de “No ofende quien quiere, sino
quien puede”.
Al hablar de refranes, inmediatamente nos puede venir a
la mente la figura de Sancho Panza, que como representante del pueblo, era una
auténtica enciclopedia andante del refranero español, un gran hallazgo de
Cervantes, y quizás, figuras públicas
como los políticos no son muy amigos de hablar de refranes en sus
comparecencias, porque ellos siempre quieren dar imagen de lo último, de
lo que se lleva ahora mismo, y el refrán tiene aroma del pasado. Pero eso sí, en
tiempos de campaña electoral, y de visitar mercados, para que les vean mezclarse con los votantes,
lo mismo que algunos se ponen su ropa de pana, que ya solo tienen en su
armario para esos momentos, también cambian su léxico y se hacen menos remilgados.
Y si para ganar un voto hay que hablar como el pueblo, pues se hace.
Y es que, al final, más sabe el diablo por viejo que por diablo,
y tampoco debe de haber mucha diferencia entre la política y el infierno.
*FOTO: DE LA RED
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