Hace un rato, mientras subía
haciendo ejercicio por las escaleras hasta casa pensando en comerme un
bocadillo lleno de atún y mayonesa, ya lo sé que es plena contradicción, me he
cruzado con Rosa, la del sexto.
Ella bajaba, muy, muy seria, eso sí, vestida
del Real Madrid con la equipación completa (planchada y aún con la raya de
haber estado a buen recaudo en el cajón correspondiente) de Benzema, y con brazalete
negro en su brazo izquierdo.
-¿Es, lo que creo? – Y sin
hacer paripé de que no quería hablar, ha largado sin amagos, sin pelos en la
lengua. – Hombre, lo que le han hecho a Karim, en su Francia no tiene perdón de
Dios.
-¿Te refieres a lo que ha
trascendido hoy de que por ahora, y por estar imputado, no puede jugar con la
selección francesa?
-Sí, es que las autoridades
gabachas –dicho por ella, y como sin darle importancia – son muy suyas. A
nosotros –ella es más blanca que Florentino Pérez y Tomás Roncero juntos – nos puede
venir bien en el sentido de que al menos no se podrá lesionar con ellos, más
que nada en alguna juerga nocturna – Rosa siempre se ha caracterizado por su
humor ácido y, siempre, sin darle importancia.
-De todas maneras – y como preguntándose
a sí misma – cada vez que se aparta a alguien de algo…¿dónde se pone el límite?
La semana pasada –yo ya tenía la sensación de que no estaba junto a ella en las
escaleras - fue el primer ministro, Manuel Valls, quien dejó ver su patita en
contra de que Benzema continuara en la selección, aduciendo que un deportista
debe ser ejemplar, y si no lo es, no tiene su sitio en el equipo de Francia,
debió de decir durante una entrevista radiofónica.
¿No te parece, Rosa –le he
preguntado yo, aprovechando para hacerme oír y para que volviera del lugar a
donde había huido mentalmente– que los políticos gabachos, y digo gabachos
porque estamos hablando de ellos, porque en España ocurre lo mismo, o incluso peor, deberían de
dar el mismo ejemplo?
Sí- y aquí ya ha aflorado la
parte que más me gusta de Rosa, muy suya y, a la vez, con los pies en la tierra y soñadora al mismo tiempo,
y sobre todo tremendamente irónica – pero la vida no deja de ser un eterno
colegio, una cosa es el comportamiento
de los alumnos y otro, el de los profesores. Y aquí, y me refiero, por decirlo
de alguna manera, en la sociedad civil, no importa que sea España, en
Gabachilandia, con los hijos de la Gran Gran Bretaña, o los hijos de la Merkel,
los políticos viven por un lado y los otros, nosotros, donde nos dejan.
Sin apenas poder decirle
nada más, Rosa se ha despedido de mí, mientras me decía: -Voy a andar unos
cuantos kilómetros para que se me vaya la mala leche-. Mientras, dejaba atrás
un inequívoco aroma de colonia francesa.
A mí, aún me quedaban unos
cuantos tramos de escalera para poder perdonarme el pecado del bocadillo que ya
me estoy comiendo, lleno de grasa, mucha grasa. Y es que, el que esté libre de
pecado que tire la primera piedra. Y, además, a muchos nunca nos llamará
nuestra selección…
*FOTO: DE LA RED