Con la decisión de comenzar un blog, que tomó este vecino del mundo, en agosto de hace casi tres años, y a la vez participar en otro de una gran amiga bloguera, la Alquimista, (http://blogs.diariovasco.com/apartirdelos50/2013/05/04/cosas-del-club-a-partir-de-los-50/), he ido conociendo a gente de parecidos gustos y aficiones, y hoy hemos compartido unas horas juntos con motivo de una comida en Irún, que dicho sea de paso, ha sido un gran descubrimiento para este vecino del mundo, ya que nunca había tenido la oportunidad de conocer esta ciudad fronteriza con Francia.
En momentos así es cuando comprobamos la bondad y el cariño de la gente.
Ha sido un día repleto de descubrimientos, como la de un gran entendido gastronómico, nuestro cocinero Mariano, aficionado a los fogones pero maestro en lograr unos platos diez, y como escenario, una sociedad gastronómica en la mencionada ciudad de Irún.
Han sido unas cinco horas juntos, las diecisiete personas que nos hemos juntado, todas participantes en el mencionado blog.
Se podrá poner muchas pegas a la comunicación por internet; se dice hasta la saciedad de que puede aislar a las personas, haciendo que sean más egoístas aún, sin embargo nuestro caso es un claro síntoma de agradecimiento a los nuevos tiempos, que ayudan a encontrarse personas de parecidas motivaciones.
Tanto la merluza en salsa verde como el confit de pato han tenido como banda sonora en el interior de este vecino del mundo, la canción “Escándalo” de Raphael. Momentos así hacen comprender que la gastronomía se pueda considerar un arte, pues más de uno hemos derramado alguna lágrima, con tanto derroche de sensaciones, y que pueden poner en más de un brete al mejor de los blogueros, para narrar lo ocurrido en una bella tarde de sábado primaveral, en que unas cuantas personas han compartido unos momentos que sirven para comprobar que lo que internet ha unido no lo debe de separar la realidad, que no siempre tiene por qué ser mala, sino la confirmación, como ha sido hoy, de que las personas pueden ser amigas, y confiar los unos en los otros, sin mirarse a los ojos, sino comprobando sus sentimientos plasmados en unas cuantas líneas.
Momentos así “engordan” de satisfacción y de algo más.
*FOTO: DE LA RED