Este
domingo pasado hizo muy buen tiempo en Donosti, podía haber sido
tranquilamente un día de Agosto, y aproveché, por aquello de que el
sol con prudencia da alegría, para pasar dos horas en la playa de
Gros.
A
la vuelta, y todavía sintiendo los arrumacos de Lorenzo coincidí
con un ex-compañero de trabajo y su mujer. Este vecino iba con
pinta, más que de turista accidental, de turista después de un
accidente, intentando recomponerse tras un duro trabajo, vigilando la
orilla de un lado al otro.
Lo
primero que me dijo, y para romper el hielo: -“¡Qué bien viven
los millonarios!”-. A lo que le contesté:-Pues no lo sé, porque
yo estoy en el paro-. Dándole al final de la frase un ligero
retintín, que él acusó en el acto, mostrándose conciliador de
inmediato.
Para
aquellos que se hayan incorporado a este blog no hace mucho tiempo,
les diré que esta ventana abierta al ciberespacio cumplirá tres
años en agosto, el mismo tiempo que este vecino primero se vio
incluido en un ERE, y luego al cabo de nueve meses, como en cualquier
situación “embarazosa”, fue despedido. En total nos fuimos a la
calle, treinta personas y sus respectivas familias. Eso sí, como al
principio amenazaban con mandar a sesenta, el final fue un gran éxito
para los sindicatos, y magnanimidad para la empresa. Más o menos
como está haciendo el gobierno, primero te dice que va a privatizar
los hospitales, y luego que solo unos cuantos. Lo que no sabemos en
ambos casos, en la de la empresa en que este vecino trabajaba y en la
del gobierno, cuales eran sus verdaderas intenciones, porque puedes
decir de primeras mucho más, y al final consigues lo que querías, y
encima le dejas a la otra parte la sensación de que ha conseguido
algo.
Hace
mucho tiempo decidí en una larga conversación conmigo mismo, que
nunca iba a sentir odio por nadie, porque ese sentimiento sobretodo
puede ser malo para el que lo siente. Y tampoco soy amigo de ir
contando mis penas al primero que aparezca. Ésto, lo del blog es
otra cosa, porque hay verdades maquilladas de mentiras, y al revés.
Es como un juego de espejos, que al final no sabes lo que estás
viendo.
Siempre
he tenido claro, que tengo que ser mi mejor amigo, por eso me
mantengo activo en todo momento, y estar lo más alejado posible de
las esquinas, para no llorar en ellas.
Y
mientras otros compañeros, que fueron despedidos a la vez, procuran
no saludar a aquellos que tuvieron que ver algo con aquella
situación, este vecino saluda a todo el mundo, porque en realidad
soy un recordatorio con patas de una situación incomoda de la que no
tengo nada de qué arrepentirme.¡Ojo! No les invitó a comer, pero
tampoco lo hacía antes.
Hay
que mantenerse erguido, como Gibraltar en el estrecho, para recordar
que un día pasó algo, y en el escrache que nosotros hicimos por las
casas de los jefes, nosotros sí estábamos, porque no teníamos de
qué avergonzarnos, mientras que la otra parte implicada, en ninguno
de los casos apareció. Y es que ahora para despedir a alguien no
hace falta ser valiente, existe el bureau fax, o despido con mando a
distancia.
*FOTO: DE LA RED