Cuando
los buenos recuerdos se convierten en pesadilla algo dentro de tí
se remueve y puede originar un terremoto de sentimientos con
epicentro en el corazón.
Algo
más o menos así se ha producido este fin de semana, cuando en una
de las cadenas de nuestra televisión, en un programa sobre recuerdos
de nuestra música de los años sesenta y posteriores, apareció un
cantante que ha sido banda sonora en la vida y en los sueños de
millones de españoles e iberoamericanos durante décadas.
Este
vecino del mundo no va a decir su nombre por respeto a él, y para
evitar alguna posible demanda, aunque considero que ésta, si la
hubiera, pudiera ser bidireccional, por haber entrado en nuestras
casas sin pedir permiso y arremeter contra nuestros recuerdos de esa
manera tan cruel.
El
problema de muchas personas es el no poder llevarse bien con la
imagen que cada día va viendo envejecer en su espejo, y ésto se
puede multiplicar si el sufridor de imágenes es un artista famoso.
La primera impresión que sentí al verle fue que era mezcla de una
versión española de Michael Jackson y del fantasma de la ópera, y
que daba miedo, mucho miedo. Este vecino en ningún momento quiere
ser ni malo ni irrespetuoso, prueba de ello es que no he querido
decir su nombre.
Una
persona que ha sido guapa y elegante, si sabe envejecer con dignidad,
aceptando las arrugas y canas que da la vida como medallas que el
tiempo te pone, se puede convertir en un maduro cuando menos
elegante, con el pelo blanco, o con una calva “brillantemente
morena”, y digno sucesor de aquella estrella que un día fue.
Ahora, sin embargo, es una muestra patente de lo que él piensa sobre
sí mismo.
Asunto
aparte serían los doctores que se avienen a colaborar en operaciones
de estética que saben de antemano que el resultado cuando menos va a
ser dudoso, e incluso contra natura.
Ni
en su momento estuve de acuerdo con la actitud de la Garbo de
desaparecer del mapa para que nadie viera su manera de envejecer, ni
el luchar contra los efectos del tiempo, batalla que tienes perdida
de antemano.
Y
lo que me pone más triste del asunto es que siendo compositor de sus
propios temas, y de los de mucha gente más, haya dejado aparcada esta
actividad, privándonos de poder disfrutar de nuevos momentos, aunque
sea en nuevas gargantas.
Os
dejo por hoy para intentar reparar los daños de la porcelana de mis
recuerdos en el terremoto de sentimientos de estos días atrás. Han
sido innumerables, y me temo que a la postre, irreparables. Es una
pena, como la que pasé.
*FOTO: DE LA RED