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martes, 31 de marzo de 2020

NO ES EXCLUYENTE: VASCO Y TIERNO


A medida que me estoy haciendo mayor, o más pequeño, por aquello de que se supone que menguamos, me estoy haciendo también más tierno.
Sí, señores, un vasco que se confiesa tierno. Aunque al decir más tierno, da pie a preguntarse acto seguido, con respecto a qué. Porque si es la primera fase, después de ser de hierro, lo tendría un poco clarinete.

Ahora en serio, reconozco con los años que me he ido ablandando, por eso ya no practico desde hace mucho tiempo, y siempre me he considerado un cinéfilo de pro, lo de ver cualquier tipo de película, porque sufrir por ciertas historias, además de tener que pagar el billete, como diría nuestro filósofo de cabecera, uno de ellos, José Mota, es tontería.

Anda que no me he tragado yo películas, de esas que entonces eran consideradas de “arte y ensayo”, dirigidas por Ingmar Bergman, y con el recientemente fallecido Max Von Sydow dentro. Que se puede decir que era un grandísimo actor, pero que precisamente al verle era más fácil que se te aflojara el esfínter, que la sonrisa.

Películas de esas, por ejemplo, con un final tan abierto que si te adentrabas en la trama en cualquier momento incluso corrías el riesgo de dar con tu espalda, y con ello cerrar el círculo perfecto.

Estos días viajando por los medios me he encontrado una canción que se ha viralizado como perteneciente a La oreja de Van Gogh, pero la misma vocalista del grupo donostiarra, Leire Martinez, lo ha negado. Y en realidad tiene todo el aire de ellos, pero está compuesta por una joven cantante, que algunos la recordarán por haber intervenido hace unos dos años en “Tu cara me suena”. Se llama Lucía Gil, y era, con mucho, la más joven de su edición.

La canción se titula “Volveremos a brindar”. En realidad es una pequeña canción, pero llena de inocencia y buenos deseos. Habla de estos días, de los balcones, de los aplausos, de las buenas intenciones y de esa distancia que tenemos que poner entre todos.

En realidad viene bien para descansar del uso y el abuso que está teniendo esa gran canción que es “Resistiré”, y que a lo mejor, para más inri, no podemos resistirla.

Si todavía no la habéis oído, un consejo, para ellos y ellas, quitaros primero el rímel. Os será más fácil disimular…

*CUADRO: "MARINO VASCO", DE RAMÓN DE ZUBIAURRE





viernes, 20 de enero de 2017

LA SALIDA DEL BLANCO PERFECTO...


Estos días, así, tan fríos del grajo y del carajo, tan blancos como si fuera la nada, la hoja en blanco sin escribir, nos puede hacer comprender, quizás, ese carácter tan helado, serio, de frases como escritas en mármol, de los nativos nórdicos. O mirándolo de otra manera, qué hubiera sido de nosotros, de nuestras fiestas, de nuestras ganas de cachondeo, de esa “penúltima” de nuestras juergas improvisadas, si para las tres de muchas tardes, el paisaje que te rodeara fuera la noche más absoluta en la que se dejara adivinar el manto blanco de la nieve de cada día.

En un ambiente gélido no hay sitio para la calidez de las relaciones, para pensamientos húmedos que se congelan con la realidad,  y sólo caben argumentos y problemas a lo Ingmar Bergman, personas ajadas al estilo Max von Sydow en ropa interior corriendo por la nieve, como en “El visitante nocturno”.

Ni esa gente presuntamente guapa que nos sirve de ejemplo, de zanahoria para nuestro burro comportamiento, y que hoy son diseñadores de joyas, y mañana se confiesan a escritores de manos negras, para firmar su autobiografía de vidas que ya todo el mundo conoce por haber vivido, o sobrevivido más bien, de relaciones siempre aireadas a los cuatro vientos, o mejor dicho a las cuatro revistas de papel couché.


¿Alguien se imagina a la Esteban que vino del hielo, en lugar de que éste, el hielo, sólo forme parte de su bebida? O a la Duquesita, ¿yendo a sus aposentos sin perder la virginidad de su zapato?
Porque no nos engañemos,  los pingüinos de Mary Poppins eran dibujos animados, y ella, siempre me pareció que más que ordenar los armarios de los niños, era más de vivir en ellos…

A este vecino del mundo nunca le ha extrañado que los habitantes de paisajes blancos sean más propensos al suicidio, por tanta invitación a autoanalizarse, en lugares donde el azul del horizonte no existe, y el blanco, oculta más que impide,  el distinguir las distancias personales.

Por favor, que alguien le indique a este vecino del mundo, la salida del blanco perfecto, porque uno es más de colores calientes, especialmente de marrones que le caen un día sí y el otro también, y que le  impiden autoanalizarse, porque para decirle cómo es ya tiene a la bruja del tercero.


*FOTO: DE LA RED

lunes, 2 de febrero de 2015

ACTUALIZANDO A GILA


La vida actual en nuestra España me recuerda a una película de Ingmar Bergman. Gracias a Dios, a los hados, al destino, o a lo que sea, con mucha más gracia, por supuesto.
Lo de Ingmar Berman se refiere a los recuerdos de cuando este vecino del mundo fue a ver “Gritos y susurros”, hace más de cuarenta años, creo que fue mi primera incursión en el firmamento del director sueco. Y antes de ir a ver la película, leí todas las críticas, habidas y por haber, y me pertreché con una brújula para no perderme. 
Pues eso, que ahora cualquier cosa que pasa en España, te puedes, si quieres, asesorar con mil cantos de sirena, y al final es posible que tu barco de opinión se hunda, porque cada cual pinta la vida con el color que quiere. Y, generalmente, con grises, y “marrones”, especialmente los que nos atañen más de cerca.
De todas las maneras, el que no se toma sus pequeñas venganzas es porque no quiere. Esta mañana, sin ir más lejos, estaba dentro, como se dice ahora, de una entidad bancaria, y a la persona que me ha atendido no le he visto muy centrada. Por eso le he dicho, ante sus continuos chascarrillos y risas, a un punto de ser desaforadas, que lo bueno que tienen ellos en su trabajo, es que trabajan con red. En el mismo instante se ha notado perfectamente que ha entendido que, aquello, su postura, le iba a traer factura, y nunca mejor dicho, porque se ha puesto en modo “autodefensa”, y me ha preguntado el por qué de lo de la red.
-¡Hombre! Está muy claro, pase lo que pase en el negocio en que usted trabaja, siempre “pagamos” nosotros…
Me ha dado la impresión de que esa misma conversación ya la había tenido con anterioridad, y que él se habría defendido con eso de que “es un mandado, que el negocio no es suyo, y que cumple órdenes”. Y alguno de sus interlocutores ya le habría dicho, que lo mismo había ocurrido con lo de las preferentes, y que luego nadie sabía nada, y que órdenes eran órdenes; y mientras, sus jefes en lugar de plegar velas, las desplegaban en lugares paradisiácos, y todo pagado gracias a sus tarjetas “black”.
Por eso, ese empleado se ha callado, porque su defensa era una huida hacia adelante, y a mí me ha dado cargo de conciencia, amén de los otros cargos que había ido a pagar.  Porque ni ellos cambiarán, ni nosotros tampoco, y como a lo largo de la historia se nos ha echado todo tipo de culpa, ya nacemos, no con un pan debajo del brazo, sino con un saco de culpa heredada. A favor del empleado, el que ya tiene clarísimo a quién no va a conceder ninguna hipoteca.
Por todo eso, entre el universo de Bergman, y el de Miguel Gila, sin dudar me quedo con este último, es más nuestro. Su juego entre bromas y veras, forma parte de nuestra idiosincrasia, y su famosa frase: “Y si no sabe aguantar una broma que se marche del pueblo”. No es muy democrática, pero sí visceral, y con un punto de inocencia dicha por el auténtico Gila.
Poniendo al día el universo de Miguel Gila, la única variante que se podría dar ahora, para buscar a un culpable mediante indirectas, en su famosa frase “alguien ha matado a alguien” es “alguien ha robado a alguien”. Lo demás sigue igual, nadie se da por aludido.

*FOTO: DE LA RED

martes, 9 de diciembre de 2014

¿Y SI EL DESTINO TE HABLA?

No sé si eso será muy normal, pero a medida que van pasando los años, este vecino del mundo, se va dejando influenciar más por los llamados “signos externos”. Y es que hoy, tras despertarme, he ido, como cada mañana, al balcón para ver cómo se presenta el día, y me he encontrado con un globo blanco medio desinflado en el suelo. Hay que tener en cuenta, que vivo en un cuarto piso. Y… no sé cómo planteármelo, y lo que es peor, si debo planteármelo.
¡Hombre! Así de primeras… Mi vida no es que esté a medio fuelle, sino que, y desde un punto de vista de “media sonrisa”, está con problemas respiratorios crónicos.
Si antes normalmente la  “cuesta” del mes se hacía dura los últimos días, ahora se hace dura desde el día 2, porque el primero me lo paso despistado.
Para una persona que desde muy joven se enfrentaba con películas de Ingmar Bergman, como si fuera un egiptólogo disfrutando como un niño con un nuevo jeroglífico y, ayudado con cualquier tipo de información que encontraba por el camino, desencriptar lo que el director sueco intentaba decirnos, aprendí que utilizaba mucho el juego de los colores para dar pistas…
Basándome en eso, el color blanco me puede dirigir hacia la inocencia, y quizás por ahí vaya bien, porque por mucho que la vida se empeña en ponerme en mi sitio, que nunca he sabido a ciencia cierta dónde está, yo siempre he intentado, quizás como la cabra que tira al monte, confiar en la bondad de la gente. Y a lo mejor es que he tenido mala suerte, y en mi caso dificultad para encontrar la bondad, o simplemente que no sepa reconocerla.
A lo mejor en el fondo me pasa como al Señor Rajoy, que ve la vida como nadie de la gente a su alrededor, y donde los demás solo ven tiestos, él ve brotes verdes.
Resumiendo, que estoy en “globo” desde que he abierto el balcón esta mañana, cosa que a muchas personas, esas que cada día son desahuciadas de sus casas por no poder pagar una deuda, no les volverá a pasar.
¡Ya está! He tomado una decisión: A partir de mañana no voy a abrir el balcón, para ver mi futuro. Y saldré a la calle no bien informado sino como mi estado de ánimo me guíe. Y si siento que en mi interior bulle un verano tropical, pues aunque esté nevando saldré a la calle con bermudas y chanclas. ¡No hay problema! Porque la mala gente siempre me mirará mal, pase lo que pase, y la buena gente, si la hay, pensará que en el fondo, al ir con ropa veraniega, soy un optimista.
Y si tengo que afrontar la vida, que la tengo, prefiero ser optimista, aunque alguien alguna vez dijera que el optimista es un pesimista mal informado.
Bien pensado..., solo me he encontrado un globo, y lo que ha dado para desvariar. Si llego a encontrarme un camello todavía estaría decidiéndome si  buscar a los Reyes Magos o por informarme de dónde se encuentra el cártel más cercano.
Al final lo del globo va a tener que ver con el estado de ánimo…

*ILUSTRACIÓN: DE LA RED

miércoles, 4 de junio de 2014

EL CINE COMO ANALGÉSICO

Lo mismo que tenemos el médico de cabecera al que recurres cuando sientes que el engranaje de tu cuerpo no va todo lo bien que debería, este vecino del mundo tiene sus películas de cabecera. Por supuesto que no encontraréis ninguna película de Ingmar Bergman, ni de Werner Herzog, ni películas de culturas remotas en blanco y negro y de bajo presupuesto que se miran al ombligo. Y es que si uno se quiere cortar las venas no necesita ayuda. Deben de ser películas que como la aspirina cumplen una función analgésica, películas terapéuticas. Tampoco entraría una de las películas preferidas por este vecino, Doctor Zhivago, porque después de ese gran amor, viene la soledad, y te vuelve a doler el alma.
Para esos momentos que tienes que andar con mucho cuidado para no pisarte la moral, que no se ha ido al piso de abajo, porque afortunadamente no hay ninguna grieta en el parqué, está muy bien, por ejemplo, el cine británico con “Love actually”, “Cuatro bodas y un funeral” o “Notting Hill”, con un Hugh Grant haciendo de sí mismo, suponiendo que el Señor Grant a las primeras de cambio diga “Joder, joder”, pero son películas, eso sí, para verlas con gafas de sol, porque todo en ellas es brillante, y este vecino no se refiere a que son obras maestras, sino que la vida en ellas merece la pena vivirlas, amores en letras mayúsculas, con amigos a la altura, y no puedes parpadear porque seguro que algo te pierdes. Donde lo importante no se dice de manera trascendente y parando la acción, sino quizás se esconde detrás de un chiste.
Por supuesto que si hablamos de películas analgésicas, dos nombres del cine americano, juntos y separados, nos tienen que venir a la mente, y si fueran católicos, que ni este vecino sabe, ni le importa, entrarían bajo palio: Tom Hanks, y Meg Ryan, la novia del vecino antes de que pasara por el quirófano y sufriera ese accidente, porque no se puede definir de otra manera lo que le hicieron, que le cambió la expresión.
De Meg ya se ha hablado anteriormente en este blog (http://patxipe.blogspot.com.es/2011/08/por-siempre-meg.html), pero la combinación con el Señor Hanks, aunque quizás no compartieran prácticamente plano hasta el final de la película, “Algo para recordar”, crea un mundo de bondad, donde los amores arrebatadores son posibles, y donde chico y chica, sin remedio ni perdición, se buscan para ser felices, y de paso hacer feliz al espectador. Y quizás el séptimo arte tenga mucho de eso, de intentar salir del cine tras haber olvidado tus problemas por un buen rato.
Las películas, quizás deben ser como los trajes, hay uno para cada ocasión, y hoy tocaba sonreír con el amor en comedias ligeras.

*FOTO: DE LA RED