Ayer estuve viendo “Venganza
3”. Naturalmente que no voy a osar hacer una crítica de la citada película,
porque se sabe lo que es, antes de entrar en la sala. No engaña, como los
letreros de los váteres públicos. Si entras, ya sabes lo que vas a encontrar.
Pero todos sabemos que hay un momento para todo. Por eso, precisamente, estas
cintas deberían de estar subvencionadas por alguna ONG, algo así como “Odio sin
fronteras”, porque quién no se levanta “mosqueado” estos días con tanta
corrupción y caradura. Personalmente creo que si el mismo Papa Francisco se
libraba de este mosqueo, ese viento filipino le ha tenido que descolocar, y no
es un juego de palabras.
Continuando con la película de la factoría de Besson, el
ver esta cinta me trajo una palabra que no había usado hace mucho tiempo, y
que me refresca imágenes de mi niñez. La referida expresión es: “soplamocos”.
¿A quién en su niñez no le amenazaron con uno, o varios? Además, es totalmente
expresiva, y se te llena la boca como la mano lo haría en la nariz de alguien. Será, incluso, de las pocas palabras que viene con una gama de colores implícita:
verde y rojo.
Los soplamocos del ya más
que talludito Liam Neeson son una especie de relajante muscular en el alma.
Reparte mamporros, y no nos engañemos, certificados de defunción a diestro y
siniestro, pero como él es “el chico bueno de la película” no nos tenemos que
avergonzar por ofrecerle nuestra simpatía y el deseo de que se viniera por
nuestro suelo patrio a repartir un poco de justicia.
Estamos en un momento actual
en el que hay muchos soplamocos pendientes, y toda esa energía se debe de
canalizar por algún lado. Por eso este tipo de películas deberían de ser
calificadas como “de bien social”.
A decir verdad, la película para que sea redonda, redonda a su manera, claro, le falta un cameo del "pequeño Nicolás", pero ya se sabe, la dicha nunca puede ser completa.
¿Os imagináis que una de
estas películas acabara mal, que el protagonista lejos de repartir justicia, acabara bajo las garras del malo de turno? Creo
que no habría sala de cine que pudiera ofrecer un segundo pase, por los
destrozos causados por los espectadores de la gala de estreno y de despedida.
Tampoco me extrañaría que
parte de ese dinero que pasta por las praderas suizas, se invirtiera en este
tipo de películas, que son una especie de opio del resentido y mosqueado.
¡Vamos! Lo que viene a ser un currito de los de toda la vida.
*FOTO: DE LA RED