Muchas veces escribir es
como relacionarte con una mujer. Está el papel en blanco, y te acercas, un poco
nervioso, porque sabes que todo, o nada, puede suceder. Miras al papel, e intentas
relajarte. El papel en blanco, puede ser como un billete de tren, el comienzo
de un viaje, quizás, a tus sentimientos, quizás, al pasado, o tal vez a un
futuro que siempre será inventado, pero muchas veces hecho de mimbres que ya
existen.
¿Una mujer, un viaje? Pueden
estar relacionados. Mediante una hoja en blanco puedes recordar aquellos ojos,
tal vez, de un azul intenso, unos ojos que te miraron aquel día, hubo muchos
días, pero aquel fue especial. Unos ojos conocidos que buscaban en tu interior
moviendo tu fibra sensible. Y desde aquel día no dejaste de ver por aquellos, y
a través de aquellos ojos. Y lo has recordado en ese papel en blanco, en esa
hoja que es tan importante que da nombre hasta a un síndrome, el de la hoja en
blanco.
Una simple hoja te puede
paralizar, y volverte, quizás durante días, impotente. O te puede llevar como
si fuera una tabla de surf hasta lo más alto de la ola de tus pensamientos. Al
puerto que está tras el olvido, un puerto de bruma permanente, rodeado de
cantos de sirena, y quizás, allí en la lejanía se adivinan dos luces que
parecen azuladas. Sus ojos, otra vez, esos ojos que hablan, por encima, y por
debajo, del bien y del mal. Ojos que hablan, siempre con tus palabras,
traduciendo silencios sugerentes.
Y recuerdo esos eternos
viajeros, siempre de espaldas, de Eduardo Úrculo, con aire de comic, como se
retratan las gestas, aunque las gestas sean una espera en un viaje de un día
cualquiera. No conoces sus caras, por lo tanto incluso puedes ser tú mismo,
retratado durante un descuido. Visto por otra persona, para la que pudiste ser
importante mientras duraba lo que duraba ese cuadro.
Los personajes de Úrculo son
siempre solitarios aunque estén en grupo. Con porte señorial aunque ignores su
estatus social, y no veas ni sus caras ni sus ojos, especialmente sus hombres,
sabes que aunque estén delante de un paisaje, en realidad están recordando
algo. El arte de Úrculo es la sugerencia de la espalda, porque el personaje
siempre afronta sus recuerdos. Te puedes llegar a plantear que quizás lo
importante no es lo que ves, sino lo que el pintor solo te sugiere al dejarte
ver lo que mira su personaje.
Y la hoja en realidad sigue
en blanco, y yo me acuerdo ahora de Eduardo Úrculo al que nunca tuve la suerte
de conocer, pero del que quedan sus obras y sus sentimientos dibujados en forma
de preguntas sin resolver, como una hoja en blanco que ahora está llena de
fugaces pensamientos paralizados en el poder de la palabra.
*CUADRO: "EL DESCUBRIMIENTO", DE EDUARDO ÚRCULO.