Llevamos
un tiempo en el que somos testigos de tantos acontecimientos, cada
cual más inesperado que el anterior, que nuestro concepto de medir
lo que es normal cada vez está más alto, y se relaja en más momentos. Debe ser éste el motivo
por el que estos días se ha colado de rondón una noticia que ha
pasado desapercibida.
La
Agencia Efe con fecha de 6 de Marzo, en Madrid, saca a la luz que un
centenar de jóvenes seguidores del joven artista canadiense Justin
Bieber aguardan ya ante el Palacio de los Deportes de la Comunidad de
Madrid para ver a su ídolo en el concierto que ofrecerá el próximo
14 de marzo en la capital.
Y
en el resto de la noticia, se añaden dos perlas más, como son que
el primero llegó a la cola el 28 de Febrero, y que prácticamente
todos ellos tienen entrada de PISTA PREMIUM que les costó más de
cien euros y que les asegura una de las primeras filas.
Ante
esta noticia este vecino, que de la sorpresa casi se cae de su
atalaya, recuerda a esos padres que dicen que la relación con sus
hijos no es de autoridad sino la de “colegas”, e intentan
entenderles desde su punto de vista, mientras que a la otra parte le
trae al pairo lo que pienses sus “viejos”.
También
aparecen por la mente del vecino esos padres que solo oyendo la
versión de sus hijos, hacen frente a su profesor por un castigo o
reprimenda que creen que es injusto, pero que ya solo con su reacción
se descalifican ellos mismos.
Lo
triste de la noticia no es solo el acontecimiento en sí, sino la
falta de reacción de la sociedad en general, y ante el supuesto de
quien calla otorga, podemos hacer la lectura de que a nadie le
extrañe que con motivo de una actuación de sea quien sea, la gente
se pase dos semanas esperando que caiga el maná prometido.
Pronto
se dará el caso de que cada recinto susceptible de recibir
actuaciones, en lugar de un monumento asociado al recinto, tendrá un
número de personas haciendo cola permanente, y de acuerdo con el
número de personas, así será de importante el edificio y los
acontecimientos que en él se celebren. Y lo mismo que hay hoteles
de cinco estrellas, habrá actuaciones con cien personas esperando un
mes.
Lo
triste no es que aquellos barros trajeron estos lodos, sino que ya
los hemos tragado, y no le damos importancia. Este vecino siempre
pensará, aunque sabe que no es lo políticamente correcto, que una
torta bien dada en un momento determinado, puede ahorrar más de un
problema.
*FOTO: DE LA RED