Estaba
mirando el calendario que tengo en la cocina esta mañana al
levantarme, porque el calendario del ordenador no es igual, es otra
sensación diferente, y me he dado cuenta de que ya las navidades
están prácticamente a la vuelta de la esquina, y habrá que ir
pensando otra vez en la ceremonia de los regalos.
Por
ceremonia no me refiero al acto físico de entrega de los regalos a
mis seres queridos, sino, y ésto es lo complicado, al pensar un
regalo para cada persona.
Desde
el primer momento que conocía a La Nuri, mi sufrida, quedó claro
que no íbamos a hacernos regalos por hacernos regalos, y que quedaba
descartada esa idea de regalarle a la esposa cosas de la casa.
En
primer lugar, he de decir que aunque ella me lo advirtió, en ningún
momento había pasado por mi mente el hacerlo porque sinceramente eso
sí que me parece machismo. Es como si a un hombre, por el mero hecho
de serlo, de regalo de cumpleaños le regalan un cobertor para que no
se le enfríen los susodichos.
De
todas maneras conozco una anécdota, contada precisamente por La
Nuri, que practicándola se puede acabar con todo aquel que tenga por
costumbre hacer ese tipo de regalos, y que este vecino del mundo la
va a contar a modo de cuento:
“Hace
ya muchos años, y en un no muy lejano lugar había un hombre, al que
llamaremos Varón. Varón era muy buena persona, pero lo de practicar
el pensamiento lo llevaba fatal. A él le habían metido de pequeño
unas cuantas ideas en la mente, y eso le servía para todo.
En
la vida no le había ido ni bien ni mal, era uno más.
Varón
estaba casado y le gustaba que le regalaran cosas. Él también hacía
regalos, pero solo a su mujer porque para todo lo demás él relegaba
en su pareja.
Ayer
había sido el cumpleaños de su mujer, de nombre Ella. Ella era
cariñosa y sosegada. No se había enfadado nunca. Ayer había sido
la primera vez, y es que ya estaba cansada porque Varón solo le
regalaba cosas para la casa, mientras que ella, como conocía los
gustos de él, le compraba detalles que iban con los gustos de Varón.
Sin
embargo ayer había caído la gota que colmaba el vaso. Como regalo
de cumpleaños Ella había recibido una tostadora de pan; curioso además cuando solo desayunaba galletas, las maría de toda la vida.
Aunque
de primeras había tenido ganas de tirarle la tostadora de marras a
la cabeza, se contuvo porque a fin de cuentas era el padre de sus
hijos.
Ella
era amiga de La Nuri, y le contó lo que le pasaba, y entre las dos
urdieron un plan.
Hoy
es el cumpleaños de Varón, y tras la comida y apagar las velas de
la tarta, Ella le da el regalo a su marido. Un paquete rectangular y
forrado de papel azul, el color que más le gusta a Varón, mientras
le dice: -Agarralo con cuidado que se puede romper.
Tras
luchar contra su nerviosismo, Varón consigue romper el papel de
regalo y comprueba perplejo que dentro hay un paquete de pan de
molde, y a duras pena consigue articular palabra para decir: -¿Qué
es ésto?
Ella
sin un atisbo de nerviosismo contesta: -Es pan para tu tostadora.
Varón
se puso rojo, se ignora si de rabia o de vergüenza, pero nunca más
volvió a hacerle ese tipo de regalo.”
Y es que como se suele
decir donde las dan las toman. Por eso, y aunque a este vecino no le
gustan las moralejas, os aconsejo a todos vosotros que me leéis cada día, que no
hagáis como varón ese tipo de regalos, porque además, tener
presente, que todo regalo denota el concepto y el cariño que se
tiene a la persona que lo recibe.
*FOTO: DE LA RED