viernes, 2 de noviembre de 2012

LA MISMÍSIMA CAMPANILLA


Esta mañana he ido a la óptica, al lado de casa, para coger  la nueva ración de lentillas. Me ha tocado esperar a la dependienta, que estaba ocupada con otros dos clientes , y mientras, he tenido tiempo suficiente para darme cuenta de que “entre bambalinas” estaban atendiendo a una niña. 
Lo que primero podía parecer un tenue rumor, poco a poco ha ido tomando fuerza, y la niña lloraba y se quejaba a voz en grito. Luego me he enterado de que a la niña, a la que no he visto en ningún momento, pero está claro que no tendría más de cuatro años, le iban a poner  lentillas y ella no estaba por la labor.
Al cabo de un rato, se mueven las cortinas que ejercían de puerta, y sale la abuela, toda compungida y llorando tanto, que la tremenda escena de Isabel Pontaja llorando por su marido muerto, queda como un mal ensayo. Mientras, en el interior, se oía la voz de la madre que entre llanto y llanto le decía a su hija: por favor, por favor, por favor...
Ante todo he de recordar que cada día los niños se enfrentan a asuntos que son nuevos para ellos, y se van guiando por el comportamiento de sus progenitores, por lo que, en este caso, si veía a su madre alterada, la niña tenía que pensar que algo muy grave le iba a pasar.
Desde hace mucho tiempo, muchos padres confunden el rol de padre con el de amigo, y unos padres tienen que obrar con mucha responsabilidad, tomando determinaciones que tienen que ser ajenas  al niño.
Conviene no olvidar nunca que los niños son pequeños, pero no tontos, y están siempre midiendo a sus padres para ver hasta dónde pueden llegar, y ese presunto trato de amistad que muchos padres deparan a sus hijos, puede ser interpretado por  éstos como debilidad. Si a ésto se junta el presunto síndrome de Peter Pan, del que cada vez sufren  más hombres, el cóctel puede ser explosivo.  Y esta mañana, sin duda que yo he conocido a la mismísima Campanilla. 

*DIBUJO: DE LA RED

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