domingo, 18 de noviembre de 2012

EL CUENTO DE LA OVEJITA INCAUTA



Esta mañana, fría y solitaria, estaba escuchando la radio mientras pintaba al lado de la ventana, y ha sonado la canción “Adiós amor”, interpretada, como debe ser,  por Mocedades.
Como he dicho más de una vez, no hay mejor lifting, u operación de cirugía estética, que los sentimientos a flor de piel.
Comienzo de los setenta, en Elgóibar, y pensabas que lo sabías todo. Todavía quedaban los trenes antiguos, donde era más fácil, por el aspecto del tren, encontrar un indio de los de las pelis de Almeria, disparando con su arco, que un turista japonés disparando con su cámara de fotos.
Verano, de los de antes, de esos largos, muy largos. Durante el día a Deba, hoy Deva, a la playa, con los amigos, y por la noche a dar una vuelta con los amigos también.
Con Mocedades prácticamente salimos nosotros del cascarón. Aunque eran mayores que nosotros, y vizcainos, eran ejemplo para muchos de nosotros, de lo que se podía hacer teniendo un objetivo en la vida, y no, como diría mi madre, viendo el tiempo pasar.
En aquella época, y es opinión de este vecino del mundo, había mucha gente que veía el tiempo pasar, y no esperaba a ningún tren del destino para montar en ningún momento.
Por eso, la envoltura de la canciones de Mocedades, los del comienzo, era perfecta. Prácticamente solo guitarras y sus armoniosas voces. Voces, además, de connotaciones virginales como no podía ser de otra manera.
Y es que crecimos pensando que solo los hombres pensaban en el sexo, y eramos como lobos buscando una ovejita incauta.
El problema es cuando descubrimos que este cuento no trataba de ovejas incautas, que incauto en realidad era el cazador, porque ellas siempre iban un paso o dos por delante, y si lograbas algo en el campo del amor era porque ella quería, y la pieza no era ella sino tu.
En realidad, como siempre, teníamos el entorno y el tren que nos merecíamos.
Se decía que estábamos retrasados con respecto al extranjero, y no íbamos a tener un tren tan rápido que nos sacara de nuestro mapa. Además, en aquellos trenes de madera, un asiento roto y el otro también, la banda sonora de aquella canción entonada por nosotros, después de habernos bañado en la playa, sonaba a sueños y esperanzas, a amores furtivos, y a primeros besos. El verso que me daba esperanza, y al mismo tiempo tristeza era aquel que decía: “… piensa en mí alguna vez”. Y es que en aquella época solo se podía ser libre en el pensamiento.

*VIDEO: DE YOUTUBE



2 comentarios:

  1. Recibido de Ana Isabel Pérez Ruiz-Poveda mediante Facebook:

    Muy bueno, pero en estos días que vivimos con tantos impuestos, directos e indirectos, y subidas varias, dentro de poco "van a cobrarnos hasta por pensar". ¿Crees realmente que en pleno siglo XXI, en un país occidental y presuntamente desarrollado y democrático, ya lo dudo, tenemos libertad de pensamiento? Como apuntabas el otro día... con tanto recorte y tanto cambio e intervención en Educación, DENTRO DE POCO NOS VEREMOS PENSANDO LOS PENSAMIENTOS DE OTROS.

    ResponderEliminar
  2. Y lo triste es que cada vez estoy más convencido de que a lo mejor es el gobierno que tenemos merecido.

    ResponderEliminar